'AFTERIMAGE' / 'PAULA'. De lienzo a lienzo

CRÍTICA DE CINE

'Afterimage' (Andrzej Wajda. Polonia, 2016. 98 minutos)

'Paula' (Christian Schwochow. Alemania, 2016. 123 minutos)

Coinciden en cartelera francesa dos largometrajes dedicados a pintores del siglo XX, biografías en apariencia distantes a las que no es complicado hallar puntos en común. Las dos excavan en los fantasmas del artista incomprendido, reivindican la perseverancia de los ideales aunque parezcan no llevar a ningún lado y, al final, subrayan la pintura como vehículo de expresión al exterior y única salida en ambientes que denigran lo individual. 

‘Afterimage’ es la última película que rodó Andrzej Wajda antes de morir. Es otro brochazo al extenso lienzo en el que el cineasta polaco ha ido retratando la historia de su país y el discurrir de algunos de sus ciudadanos más ilustres. El retrato de los últimos momentos del pintor Wladyslaw Strzeminski es sin duda uno de sus mejores trabajos de la última hornada, un fiel representante de su estilo llevado con sumo cuidado y resuelto con acierto. Dibuja Wajda la grisura de ese postrer y largo aliento de un artista que se negó a seguir el camino marcado. La primera escena ya define lo que vendrá a continuación, con ese telar con la imagen de Stalin que cubre y enrojece la vivienda en Lodz del reputado pintor de vanguardias. Su reacción al romperlo y reencontrarse con la luz le llevará a ese primer choque con las autoridades comunistas. ‘Las flores rojas’ se ubica en los primeros balbuceos de la Polonia de los años 50. Es fiel a ese cine rocoso y pétreo de Wajda, siempre con ánimo de perdurar y sin resquicios para nada que no sea el drama. Secuencias breves y hasta cierto punto repetitivas, con Strzeminski rechazado allá donde va. De ser un artista admirado y con notoria presencia en museos nacionales a ser ninguneado. Pesa el desdibujo en algunos secundarios y se echa de menos conocer algo más de su esposa, Katarzyna Kobro, un figura de la que solo se escucha y no se sabe. Wajda, en definitiva, sabe hacer interesante y universal un relato encerrado en un contexto muy determinado. Esquiva el cliché del artista maldito con la inclusión de esas escenas de admiración de los jóvenes pupilos de Strzeminski, así como con la compleja relación establecida con su hija, contado con fino pincel. La prolija filmografía de Wajda se cierra así con un digno retrato, otro más, de su país del siglo XX a través de la biografía de uno de sus personajes más conocidos. 

En el caso de Paula Becker su problema no vino por las diferencias ideológicas con su contexto, primeros años de siglo XX, sino que procedía de ese destino ya fijado para la mujer antes de nacer. La pintora alemana se veía a sí misma con un ser libre en un entorno contaminado por los prejuicios de género. No es la suya la historia de una pionera al frente de una revolución y eso lo narra bien Christian Schowochow. Es el relato de una mujer rebelde que finalmente se acopló como pudo a un sistema en el que nunca terminó de encontrarse cómoda. Huyó en primera instancia para finalmente terminar abatida cuando todo parecía ponerse otra vez de frente. 

El filme se centra en su matrimonio con el también pintor Otto Modherson, la aburrida vida en provincias y su posterior marcha a París buscando sacar fuera la frustración acumulada. A la bella fotografía trufada de colores alegres se opone esa oscuridad acechante e invisible en continua pugna con el carácter juvenil de la protagonista. ‘Paula’ recorre con eficacia los puntos de control de un biopic al uso, a la velocidad adecuada y midiendo bien los extremos. No hay lugar a la ruptura o ni a un profundo subtexto, lo que hace de este trabajo un perfecto acercamiento a una pintora por muchos desconocida y que dejó huella, como se puede verificar al tratarse de la primera mujer a cuya obra se dedicó un museo por completo, el que hoy en día está abierto en Bremen.

RAFAEL GONZÁLEZ TEJEL

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