'DALLAS BUYERS CLUB'. Ese oscuro objeto del dinero


CRÍTICA DE CINE

'Dallas Buyers Club' (Jean-Marc Vallée. Estados Unidos. 2013. 117 minutos)

El biopic ‘Dallas Buyers Club' es una película realizada para el gusto de los académicos que otorgan premios. Partiendo de un hecho verídico, cruel y de plena actualidad, el espectador contempla los orígenes de la masacre que es el SIDA, los palos de ciego y el daño causado por los laboratorios mientras buscaban la receta que haría posible el milagro. Las batallas, en resumen, entre los numerosos campos de la medicina y el efecto devastador de ciertos medicamentos.

Matthew McConaghey confirma que su carrera ha dado un vuelco notable y es capaz de implicarse en personajes complejos que de sobra tendrán recompensa. En este caso, da vida a ese adicto al sexo, al alcohol y a las drogas que fue Ron Woodroof y su lucha por subsistir con tratamientos alejados del AZT. El arco que marca el personaje es interesante. La película muestra un comienzo en el que se ve a una persona desprovista de ciertos valores, homófoba y su rumbo cambia hasta convertirse en una especie de icono para todos aquellos a los que pudo ofrecer cierta luz –fundamentalmente homosexuales-. El hecho de haber adelgazado tantos kilos le otorga un cambio físico que ha sido valorado muy positivamente por los miembros de la academia. Su interpretación es buena pero no tiene el impacto de la realizada por Bruce Dern en ‘Nebraska’.

Jared Leto, también recompensado con el Oscar, compone un personaje notable al que ofrece mesura dentro de todo el exceso que posee. La relación funciona entre ambos y la película se beneficia de ello. El guion es desigual, su ritmo tampoco funciona del mismo modo y los recursos de Jean-Marc Vallée son demasiado previsibles. Cierto abuso de la cámara lenta y de elementos gratuitamente lacrimógenos consiguen que la película no pase de ser correcta.

La ambientación es extraordinaria y todos los personajes nadan en una misma dirección. El miedo a la muerte, el arrepentimiento, la esperanza, la presencia de la injusticia, el deseo, el exceso y el luchar por una muerte digna son elementos que están tocados en busca de la empatía y sin desenmascarar demasiadas corruptelas económicas. Nadan en una corrección que le ha venido magníficamente bien a la distribución de una película que pese a tener buenos elementos no llega a colarse en la categoría de necesaria ni mucho menos imprescindible.

IVÁN CERDÁN BERMÚDEZ

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