'EL GRAN HOTEL BUDAPEST'. Zubrówka del bueno


CRÍTICA DE CINE

'El Gran Hotel Budapest' (Wes Anderson. Estados Unidos, 2014. 99 minutos)

Wes Anderson tiene una voz tremendamente peculiar dentro del panorama cinematográfico.  La estética que poseen sus filmes está muy por encima de las historias que narra. Su sello visual tiene una personalidad definida y sobre ella está labrando una carrera que ya tiene un reconocimiento notorio.

En ‘El Gran Hotel Budapest’ muestra una ambición sin fondo aparente. Andersson  despliega  su universo más reconocible por rincones que no duda en inventar. El juego de flashbacks está muy bien construido, nunca lleva al equívoco y el espectador siempre es conocedor del espacio temporal en el que se encuentra, lo que no era tarea en absoluto sencilla.

La película es un divertimento que mezcla con inteligencia el absurdo y el surrealismo a partes iguales. Todo está rociado por esas gotas de estética deslumbrante –marca de la casa- que tanto aporta a lo rocambolesco de las situaciones.

Toda la trama gira en torno al personaje de Gustave H, Ralph Fiennes, con una actuación memorable y plagada de humor y buenas maneras. Cada actor, no importa si su papel es grande o pequeño, funciona perfectamente en ese entramado socarrón de una historia que es tan visual como literaria, no en vano su origen se encuentra en la literatura de Stefan Zweig. Mención especial para el debutante Tony Revolori, que es el narrador, tarea compartida con F. Murray Abraham, de una historia que es una especie de reunión de amigos  similar a los creadas por Sodebergh  y su camarilla de fieles gamberros .

Anderson se inventa un país, Zubrówka –homenaje al extraordinario vodka polaco- y alrededor del mismo diluye acontecimientos verídicos que se integran en esa hecatombe de habladurías, herencias, sexo con ancianas y amistad eterna. Nada tiene mucha relevancia, pero el ritmo es tan frenético que con un montaje tan ágil como eficaz, al igual que la música del omnipresente Desplat, consiguen que ‘El Gran Hotel  Budapest’  sea ese juego irónico con cierto calado emocional que entretiene sin más.

El cine de Anderson es distinto. Maneja con habilidad a los actores y los planos perfeccionistas. Sería interesante que  intentase enfrentarse con alguna historia de mayor envergadura  para avanzar en su manejo del lenguaje cinematográfico. También es posible que no le interese en absoluto querer renovarse y simplemente continúe con sus juegos estéticos, furtivos y llevaderos.

IVÁN CERDÁN BERMÚDEZ

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