'CONFESIONES DE SAN AGUSTÍN -TARDE TE AMÉ-' Íntimo, frágil y muy resistente

CRÍTICA DE TEATRO

'Confesiones de San Agustín –Tarde te amé-’
Versión: Alicia Mariño y Luis Alberto de Cuenca
Dramaturgia y Dirección artística: Juan Carlos Pérez de la Fuente
Festival Clásicos en Alcalá. Martes 18 de Junio. Capilla de San Ildefonso.

A María Martín 

El tiempo y la memoria se fusionan en este espectáculo que combina a la perfección la lectura dramática con una puesta en escena efectiva y luminosa. La versión de Alicia Mariño y Luis Alberto de Cuenca es muy responsable de esa claridad textual que acerca las palabras de San Agustín al espectador permitiéndole surcar por sus adentros y compartir sus dudas, miedos y alegrías.

La puesta en escena potencia ese diálogo entre tiempos. Mediante un vestuario que parece tener ecos de esa época colonialista en África, se sitúa a San Agustín –nacido en la África romana- , en una especie de almacén con cajas frágiles pero muy resistentes, que no son otra cosa que sus recuerdos, por las que él, en la piel de un Ramón Barea sobresaliente, navega enfrentándose no sin dolor a quién ha sido y quién es.

Se parte de los Libros X y XI de Las confesiones pero también tienen cabida acertadamente Lope, Calderón y Virgilio. El dinamismo con la inclusión de un músico –saxofonista, Alberto Guio- que con determinadas piezas parece evocar a Ornette Coleman, consiguiendo integrarse a las mil maravillas en un soliloquio no exento de humor.

La capilla de San Ildefonso es un lugar excepcional para la representación porque se confiere una intimidad loable para con el público. San Agustín bucea entre las cajas de su alma vivida y transmite con pasión por lo que un día fue, para así reconocerse envuelto en sus diversas vorágines emocionales.

Espectáculo honesto en su puesta de largo. Barea modula su voz en una lectura interiorista y generosa en la que desgrana parte del alma envuelto en notas musicales y en un viaje crepuscular por medio de una iluminación adecuada en un contexto natural para evocar ese descenso al núcleo de la angustia y del sentir.

IVÁN CERDÁN BERMÚDEZ

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