'CORAZONES DE ACERO'. La guerra pasa



CRÍTICA DE CINE

'Corazones de acero' (David Ayer. Estados Unidos, 2014. 129 minutos)

Tanques incendiados, barro y tierra removida, los restos de una cruenta batalla reciente envueltos en una espesa niebla de un día gis. De repente un oficial nazi a caballo. Así empieza 'Corazones de acero'  (habría que preguntar por qué no se ha respetado el original 'Furia' que da nombre al tanque). Ayer muestra la crudeza de la guerra, la carnicería que supone cualquier conflicto armado y sitúa la acción en la Alemania nazi a punto de ser derrotada, en abril del 45, apenas tres semanas antes de la caída de Berlín, frente oeste.

Los protagonistas, tanquistas norteamericanos, son testigos de las riadas de refugiados, de los últimos intentos de resistencia que incluyen niños armados y del fanatismo desesperado de las SS. Son hombres curtidos en la guerra, casi deshumanizados como herramienta para sobrevivir y que no tienen ninguna duda a la hora de ejecutar prisioneros.

Parece que el director ha apostado por la dureza y la crudeza (moderada) en esos planos de cuerpos aplastados por las orugas de numerosos tanques en caminos embarrados. La fotografía es en este tramo de la película un elemento fundamental que sabe mostrar la claustrofobia del interior del tanque, ese espacio protector y a la vez potencial ataúd, con la desolación de los grandes espacios iluminados pálidamente, donde cielo y suelo son igual de sucios. La música, casi anacrónica, ayuda a dar esa sensación de la miseria de la guerra, de cualquier guerra. Uno podría identificar esa Alemania con los campos de batalla de la Guerra de los Treinta Años o de la Primera Guerra Mundial, esa Europa sembrada de cadáveres y vivos huyendo arrastrando los pies.

Eso es el principio, porque el guión comienza enseguida a girar hacia cauces más convencionales y más asumibles para cualquier espectador, es decir, para la taquilla. Todo está medido, las ejecuciones son solo a miembros de las SS, el contacto con la población civil es simplemente molesto. Aquí Brad Pitt se reserva una escena casi de familiaridad con dos muchachas germanas en su casa.

'Corazones de acero' tira de todos los tópicos de películas de grupos salvajes: el sargento que tiene como misión mantener a todos sus hombres vivos, el tipo duro y maleducado, el religioso, el fiel e imprescindible el novato que viene a sustituir al compañero muerto y se ha de ganar la confianza del resto, su nombre de guerra. Una banda de tipos duros que no dejan que les afecte nada, salvo en esos momentos que se les concede para qué, a solas, se confiesen y desahoguen, en lo que parece ser un intento de salvar a los personajes de su condición de planos, con un Brad Pitt que parece cumplir el expediente sabiendo que su presencia hará sonar la caja.

Bebe esta película de otras obras cómo 'Salvar al soldado Ryan' (esa compañía que viene junta desde África y que tiene que afrontar una misión en la vanguardia) aunque no logra plasmar el miedo a las balas de aquella. Pero sobre todo recuerda a 'La bestia', la película de Kevin Reynolds sobre un tanque soviético en Afganistán (la escena nocturna tiene bastante parecido estéticamente) pero sin reflejar la angustia y los cambios que produce el estrés en sus personajes.

Entonces se imponen la acción, el montaje se hace previsible: batalla, victoria, descanso, siguiente batalla, cada vez con un enemigo más difícil  hasta quedar ellos solos. Una licencia que se toma la película (como la presencia de un protagonista mexicano o  de soldados negros) para justificar la acción, cabe preguntarse cómo en esas fechas, con el III Reich desmoronándose ante la inmediata entrada de los soviéticos en Berlín y las tropas alemanas del oeste casi rendidas, los protagonistas siempre se encuentren en inferioridad y que esos malditos tengan que transformarse, de una forma un poco burda en héroes al estilo de las películas de indios.

A estas alturas, la fotografía ha perdido su papel y la música se vuelve grandilocuente, debido a la preponderancia de la acción. El film  abandona sus primeras pretensiones y gana en espectáculo, bien rodado y logra entretener, pero da la impresión de que le sobran algunos minutos y algo de exceso pirotécnico y se echa en falta unos personajes mejor construidos. O al menos que el tanque no fuera so
lo una excusa para hacer una peli de guerra más.

BENJAMÍN JIMÉNEZ

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