'YOU'RE THE WORST'. Sentir sin creer



CRÍTICA DE SERIE 

'You're the worst' (FX. Estados Unidos, 2014. 1ª temporada)

El amor no es un sentimiento exclusivo a los románticos, los sensibles, los optimistas y los crédulos. Es ahí donde radica su singularidad, ese aparecer en el lugar y momento más inesperado y, sobre todo, golpeando a las personas menos predispuestas. ‘You’re the worst’ aparece para demostrarlo. La nueva sitcom de FX trata de romper las etiquetas del amor edulcorado y dulzón con el que empalagan muchas de sus colegas de género. Arrincona los convencionalismos, se limpia de arquetipos y se ríe de tópicos tan firmemente establecidos como el del escritor frustrado y la fragilidad femenina. Tan cierto es que no juega limpio del todo (sus protagonistas y lo que les rodea, blanquecinos, casi de porcelana, tan maravillosamente 'indie') como que se trata de una serie refrescante, con carisma y una visión renovadora y descarada de las relaciones de pareja.

Los pilares de ‘You’re the worst’ son un ingenioso guion y la química que desprenden los dos protagonistas, Jimmy (Chris Geere) y Gretchen (Aya Cash). Sus diálogos son punzantes y logran que la serie transcurra ágil, sin tiempos muertos. De consumo rápido, como exigen productos de esta duración. Perfilan excelentemente a los protagonistas y a los secundarios que los rodean, todos con vida propia y nunca meros figurantes. Es excelente en ese sentido el peso que van adquiriendo con el paso de los capítulos el compañero de piso de Jimmy, un veterano de la guerra de Irak con un pesado equipaje a cuestas de frustraciones, y, fundamentalmente, la mejor amiga de Gretchen. Este personaje, interpretado por Kether Donohue, sabe transmitir desde una rica comicidad la amargura de sentirse atrapada en un matrimonio insatisfactorio. 

Todos van engordando su protagonismo y la historia no los deja de lado. Complementan a la perfección al núcleo central, protagonizado por las idas y venidas de Jimmy y Gretchen. Forman la antipareja, seres tóxicos por naturaleza, nocivos y egoístas, abonados a las relaciones efímeras. No son ni pretenden erigirse en modelos, ni tampoco se busca la identificación del espectador. Por ahí pueden venir en parte las justificaciones a la pobre audiencia que ha registrado su primera temporada que, a duras penas, ha logrado renovar para una segunda.

‘You’re the worst’ se mueve bajo la química de sus protagonistas. A veces se balancea peligrosamente hacia caminos ya transitados, ciertamente convencionales. Justo ahí es cuando vuelve a pegar un volantazo para demostrar que incluso cuando dos personas parecen estar hechas la una para la otra, es casi imposible que puedan estar juntas. El arranque de la serie es poderoso. El primer capítulo contiene la esencia del producto, incluso entrando en terrenos que después dejará de explorar como las filias sexuales. Los siguientes capítulos aguantan el tirón y solo los secundarios hacen que la parte intermedia de la temporada, un inesperado bajón, resista. Jimmy y Gratchen son agotadores para ellos, para los que los rodean y como demuestran esos capítulos del medio, para el espectador. ‘You’re the worst’ sufre una crisis y entra en una espiral de desequilibrios anímicos. Se estanca, se frena el desarrollo de los protagonistas y parece dirigirse hacia la indefinición. Afortunadamente, los dos últimos capítulos ofrecen nuevos puntos de vista. El noveno es una especie de largo ‘flash-back’ que recoloca anímicamente a los protagonistas y que permite entender parte de sus actitudes caprichosas. Ya el décimo y último lo encauza todo para una segunda temporada que promete subir el listón al introducirse en un terreno pantanoso para una pareja, el de la convivencia y, por extensión, la rutina. Al mismo tiempo, ese capítulo deja perlas en forma de diálogo sobre lo que significa luchar por algo en lo que no se cree pero sí se siente. 

Hay, en resumen, más profundidad que superficie, aunque no lo evidencia. Y eso también es el amor. Aunque desde tantos frente digan y repitan que no, ‘You’re the worst’, desde su punto de vista dulzón y antirromántico, demuestra que también es algo que se puede vivir sin necesidad de creer en él.

RAFAEL GONZÁLEZ

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