'KIKI, EL AMOR SE HACE'. Filias sexuales al vacío



CRÍTICA DE  CINE

'Kiki, el amor se hace' (Paco León. España, 2015, 102 minutos)

El envoltorio de modernez, progresismo y apertura del que presume ‘Kiki, el amor se hace’ se rasga con demasiada facilidad y deja al descubierto lo que anida debajo: una película episódica con aliento de ‘sit-com’ solo preocupada por hacer ruido, llamar la atención con el reclamo del sexo y finalmente posicionarse como un leve entretenimiento pretencioso a más no poder. Sorprende el empujón que le ha dado la crítica especializada, al menos la generalista, y, especialmente que se haya pasado de puntillas por el hecho de estar basada en una producción australiana. Curioso, porque una de las virtudes de las que se habla es de su frescura y originalidad, con Paco León a la cúspide creativa en su acercamiento personal a las filias sexuales.

No hay labor de exploración en lo presentado en pantalla, no hay más que un tratamiento superficial de los personajes, reducidos en la mayor parte al estereotipo. Solo se alivia por el magnífico trabajo de Candela Peña y Luis Callejo, actores con un sentido de lo callejero que se hace patente. Su trama es la de mayor enjundia del conjunto, al adentrarse en un territorio como es la maternidad y saber combinarlo con la filia que tiene el personaje. Hay ratos simpáticos y distendidos, casi son sabor a gag de serie de veinte minutos, chispazos que hacen equipo con los restantes, la mayoría, ráfagas de ese costumbrismo hispano de tortilla y pandereta que tan inevitable parece ser en cualquier comedia española. El resultado es un producto sin riesgo, fiado al carisma de los intérpretes, irregular como todo conjunto estructurado por capítulos y que, esto sí que puede considerarse un rasgo genuino, puede presumir de uno de los finales más ridículos que se han visto últimamente en cartelera.

RAFAEL GONZÁLEZ

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