'JACKIE'. Traje para Natalie


CRÍTICA DE CINE

'Jackie' (Pablo Larraín. Estados Unidos, 2016. 95 minutos)

Jacqueline Kennedy fue una mujer que siempre estuvo acompañada de un halo de interés que seducía a propios y extraños -años después mantendría una relación con Philip Roth-. El acercamiento a su figura que ha dirigido Pablo Larraín se ha quedado a medio camino entre algo diferente y el contentar al público norteamericano. Un viaje que se extravía por lugares demasiado vacuos. El director chileno desde el inicio opta por una dirección muy convencional con planos y contraplanos poco atrevidos. Jugando casi a ser planos subjetivos, lo que lleva a que el diálogo entre la viuda y el periodista que acude para escribir lo que fueron aquellos días tras el asesinato de su marido sea algo plano y previsible. El incluir imágenes que recrean a Jackie en la Casa Blanca o escuchando a Pablo Casals -esto último por medio de flashbacks- aportan cierta seducción, fundamentalmente en lo que se refiere a apreciar un trabajo tan cuidado como el que ha llevado a cabo Natalie Portman. 

Una vez perdidos los atisbos que la historia podía ofrecer (el dolor, el sonido de la bala, los trozos del cráneo sobre el cuerpo de Jacqueline y su modo de enfrentarse a los días siguientes) nada aporta gran cosa. Larraín dirige una historia con buenos elementos artísticos, pero exenta de contenido. Todo es convencional. No pelea por adentrarse en el estado emocional de una mujer que ha vivido una desgracia atroz. Tampoco saca partido a la relación que supuestamente tuvo con Bobby, su cuñado. Hay escenas muy elaboradas como es la que sucede en la limusina junto a Bobby con el ataúd de su marido que se balancea con las curvas. Resulta alentador asistir al contraste de la Jackie del principio de su andadura como mujer del presidente, la del después del asesinato y la del presente donde comienza la historia. Portman no solo basa su trabajo en la imitación, es capaz de susurrar, sufrir y buscar. El problema es un guion que en ocasiones parece estar escrito para un mal vídeo industrial. La secuencia que deja claro que todo podría haber sido de otra manera es la conversación que mantiene con el cura y analiza parte de lo que estaba siendo su vida íntima con el presidente. La dirección tiene personalidad y hablan los perfiles en un maravilloso plano corto largo y preciso. Desgraciadamente esto solo son unos minutos.

La banda sonora es melodiosa, poco oscura y más si se tiene en cuenta que corre a cargo de la talentosa Mica Levi, aunque funciona. Película cobarde que se queda en el estereotipo con poco más. Si se pretende radiografiar cómo quedó Jacquelin Kennedy en un momento tan delicado, ¿por qué obviar aquello tan personal y que tanto daño le hizo? Incomprensible arrojar por la borda una idea tan motivante como pésimamente desarrollada.

IVÁN CERDÁN BERMÚDEZ

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