'LOS MUERTOS NO MUEREN'. Dos tazas de zombis


CRÍTICA DE CINE

'Los muertos no mueren' (Jim Jarmusch. Estados Unidos, 2019. 105 minutos)

Ante la avalancha de producciones  de zombis que en los últimos años han invadido por tierra, mar y aire todos los medios culturales posibles: series, películas, novelas, cómics, videojuegos y hasta teatro (Banqueros vs Zombis) era normal que, más tarde o más temprano, alguien intentase echar el cierre a toda esta narrativa de muertos vivientes.

Quien lo intenta en este caso es Jarmusch y su método son dos tazas de zombis para que el espectador quede empachado. Bueno, de zombis no, de  ghouls como uno de los personajes nos aclara, que aquí no hay hechizos sino que siguiendo los cánones del género los muertos salen de sus tumbas por un uso peligroso y avaricioso de la tecnología, en este caso es el 'fracking' en los polos que desvía a la tierra de su eje y cambia su magnetismo.

Desde el inicio, con la insistente canción del mismo nombre,  la película deja claro que es una película de zombis, algo que su pareja protagonista sabe (aquí la metaficción y la autorreferencialidad sirven ante todo como un recurso para bromear), y tira de todo el repertorio del género: los muertos que visten como cuando estaban vivos, la casa cercada con tablones en la ventana, los animales que huyen o la escena en el cementerio. En este último caso hay un claro homenaje a 'La noche de los muertos vivientes' (George A. Romero, 1968) y que puede sintetizar el “espíritu” de la película: donde en Romero había acción y urgencia en Jarmusch hay un humor ácido e irónico y una aceptación de lo que ocurre, pues que te rodeen los zombis al atascar el coche con uno de ellos es lo que ocurre en ese tipo de películas. 

La historia se desarrolla siguiendo la estructura clásica del género, presentación de personajes mientras se va enrareciendo el ambiente, primeras apariciones de los muertos, primeras víctimas, incertidumbre, colocación de personajes en sus lugares de muerte, apocalipsis y orgía de muertos por las calles y héroes cortando cabezas. Hasta cuenta con un personaje narrador, el ermitaño que ha vuelto a la naturaleza, cuyas explicaciones a veces son redundantes y demasiado explícitas. Y este es uno de los problemas del film, que según avanza se hace un poco redundante, se va atascando y ni siquiera los trucos finales pueden quitar esa sensación.

A pesar de la ironía y la broma sobre la redundancia del zombi, la obra no renuncia a la crítica y a retratar el ambiente enrarecido y asfixiante de la América trumpista representada en ese pueblo tranquilo y tan típico donde la convivencia de dos vecinos amigos anda enrarecida por esa gorra de Make America Great Again.

La pareja protagonista formada por Adam Driver y Bill Murray funciona a las mil maravillas, tal es así que casi se podría decir que también es una buddy movie ambientada en un holocausto zombi. Forman la típica pareja de policías con distinto carácter y visión de la vida, eso sí, ambos parcos en palabras y casi herméticos hasta en los momentos de más riesgo. A su alrededor orbitan otra series de personajes que van completando sus propias historias intentando sobrevivir al desastre bastante bien entrelazadas por lo que sorprende que una de ellas, los niños del reformatorio, quede tan aislada, sin aportar nada a la historia y sin su conclusión, como si en el montaje se hubieran eliminado escenas.

Los zombis de Jarmusch son capaces de hablar algunas palabras que recuerdan lo que más le gustaba en vida, son unos zombis que aún conservan cierta humanidad, no obstante son los vecinos de los que aún viven, despiertan cierta comicidad y ternura en su empeño en repetir lo que hacían cuando estaban vivos mientras van aprendiendo a desenvolverse en su nueva situación. No son unos entes repulsivos sedientos de sangre que se arrastran inexpresivos. Sirva como ejemplo ese primer muerto viviente vestido de viejo rockero que se mete una jarra de café y representado por Iggy Pop (es otro juego de la película: la presencia de veteranos ilustres).

'Los muertos no mueren' juega en la liga de películas como 'Zombieland', pero jugando más a lo irónico que a lo paródico, con unos protagonistas que no huyen sino que están dispuestos a aceptar con serenidad el destino que les depara el guion. Una comedia divertida y ácida que juega con el género pero que va perdiendo el tono y fuerza según avanza a pesar de conservar unos diálogos brillantes. Jarmusch no escapa de los zombis.

BENJAMÍN JIMÉNEZ DE LA HOZ

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