'LA INFANCIA DE JESÚS', de J.M. Coetzee


 

CRÍTICA LITERARIA

'La infancia de Jesús'
Autor: J. M. Coetzee
Traducción: Miguel Temprano García
Editorial: Mondadori
Páginas: 272


APOCALÍPTICA E INTEGRADA

J.M. Coetzee nunca deja indiferente. Su nueva aventura literaria tras el cierre de su original y deslumbrante autobiografía, se aproxima a ser una especie de tratado repleto de metáforas y miedos de la sociedad contemporánea. Si normalmente el autor nacido en Sudáfrica no se caracteriza por su mirada optimista, en ‘La infancia de Jesús’ aprieta las tuercas de la desesperanza y realiza un retrato tan austero como desprovisto de luminosidad. Ni siquiera la nostalgia –en ocasiones refugio que otorga paz- juega baza alguna en todas aquellas vidas representadas y en las que los recuerdos ya no existen porque se han dejado atrás.

¿Qué ocurre cuándo todo es nuevo? ¿Qué sucede cuando ya nadie es quién fue? ¿Qué pasa cuando ya no queda nada sobre lo que esperar? Lo chocante y a la vez atrayente de esta novela es el extraño grado de reconocimiento que existe en una sociedad aparentemente nueva pero que resulta reconocible en todos los acontecimientos del día a día. Hay alguna semejanza –aunque lejana- con ‘La carretera’ de Cormac MacCarthy. Aunque la sensación de que cualquier momento pueda ser el último no está ni mucho menos tan presente, sí existe una realidad frágil y caprichosa.

El extraño apocalipsis en el que nos introduce Coetzee juega con el reinventar el apego emocional. Todo parte de ese mundo que se ha desmoronado –no importa el motivo ni si es así en realidad- y que hay que volver a crear. No hay un caos en las calles, no hay sucias operaciones bursátiles ni despidos. Hay trabajo y alojamiento para todos. La idea de comuna sobrevuela, pero es solo fugazmente. El tormento y las necesidades primarias conviven a la par en lo que será ese descubrimiento de un nuevo mundo que se ha generado para subsistir y acatar ciertas normativas que no van más allá de ciertos órdenes y disciplinas.

Coetzee ha sido valiente una vez más. No ha querido mantenerse en ese terreno que ha explorado tan notablemente. Adentrarse en esta cirugía del cambio puede generar ciertos interrogantes, pero son dignos de admiración y elogio.  Hay algo de comedia siempre en lo que expone Coetzee, todo está expuesto en unos límites que pueden chocar con ciertas percepciones. No hay duda, por otro lado, de que su escritura es limpia, agresiva y determinante.

Hay  una cuestión que puede ensombrecer algo el resultado. No es que sea vital, pero es posible que no se haya centrado tanto el autor en dar una solución convincente. Supuestamente todos hablan español. Los protagonistas, en apariencia, no lo hablan muy bien, pero el lenguaje que emplean es muy técnico. Esto produce alguna contradicción. Posiblemente sea un libro de difícil traducción.

En definitiva, la historia trata en parte del apego como herramienta para mover vidas perdidas sin un rumbo que vaya más allá de carreteras agrietadas y recuerdos borrados. Con Coetzee nada es lo que parece. Ha resultado ser un tanto críptico, es posible que haya puesto las cartas sobre la mesa para describir una especie de apocalipsis más palpable que cualquier otro que hayamos podido ver o leer. ¿Hacia dónde se encaminará el escritor?

IVÁN CERDÁN BERMÚDEZ

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