'MOBY DICK'. Moby Pou



CRÍTICA DE TEATRO

'Moby Dick'
Autor: Herman Melville
Adaptación: Juan Cavestany
Dirección: Andrés Lima

Honor a un titán de la escena, Josep Maria Pou, tantas décadas a pie de escenario, erudito solitario y obseso en el ínfimo detalle. Dos características, las últimas, que conectan con el Ahab de Melville, un disfraz en el que encaja a la perfección. Son figuras comidas por la obsesión, dispuestas a engullirse la una a la otra sin necesidad de cetáceo alguno. Quizá se pueda llevar la reflexión más lejos y haya más de Moby Dick en Pou que de Ahab, una leyenda que perduró sobre un huidizo y atormentado capitán de navío. Este nuevo acercamiento a ‘Moby Dick’, ahora en teatro bajo dirección de Andrés Lima, orbita por completo alrededor de la figura del actor barcelonés, un ‘one piece man’. Aunque en realidad escape de la definición, Pou con su vigor se come todo, como la ballena hará con Ahab, y que nadie reproche el espoiler. 

Pou se engulle la historia y hace una masa con ella, empieza y acaba en él la larga novela de Melville. La adaptación de Juan Cavestany pone otros dos intérpretes en liza que se reparten al resto de personajes del original. El foco recae en el capitán del bajel  y punto final. Limpia queda la historia de desvíos secundarios, quedando todo reducido a un uno contra uno al que se llega con fluidez aunque sin demasiado atractivo, nada a lo que aferrarse que refuerce el interés de aquel conocedor del texto inicial. 

A las puertas del enfrentamiento final, Pou se desata y pisa fuerte con la pata de madera para dar lo que se llevaba esperando demasiado tiempo. El duelo con la ballena blanca es a lo que más jugo escénico se extrae, escenografía e iluminación de la mano creando una ambientación casi pesadillesca. Media hora frenética que envuelve escenario y platea y que culmina en un naufragio que deja los restos que se esperaban: los del escribano agarrado a la madera para así poder contar una leyenda que perdurará siglos y los del espectador que buscaba al actor y al clásico, nada más, y los encontró. 

RAFAEL GONZÁLEZ 

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