'POLLO CON CIRUELAS'. Historias de antes


CRÍTICA DE CINE

'Pollo con ciruelas' (Marjane Satrapi, Vincent Paronnaud. Francia, 2011)

La mina de Marjane Satrapi dejó huella con 'Persépolis'. La viñeta se hizo fotograma y la historia de aquella joven con el corazón dividido entre sus raíces iraníes y el exilio europeo conquistó a público, crítica y jurados por su fino equilibrio entre latigazos sociales, situaciones cómicas y amargura. En realidad, 'Persépolis' no descubría nada nuevo. Hacía de la sencillez de su propuesta y de la ingenuidad que desprendía la animación plasmada en pantalla, tan fiel a la novela gráfica, sus mejores bazas. Una vía similar recorre el segundo largometraje de Satrapi, otra vez trabajado a dúo junto al francés Vincent Paronnaud. La escritora recurre a nuevamente a material propio, en esta ocasión una obra de menor alcance que 'Persépolis', más unidimensional y sujeta por un único poste, a veces firme y en otras tan frágil, el amor. Ambas producciones se empiezan a separar desde la puesta en escena, puesto que ahora Satrapi y Parranaud se alejan de la animación -salvo algún chispazo- y prácticamente arrinconan la perspectiva social.

'Pollo con ciruelas' huele a historia de antes, a fábula contada alrededor de una hoguera en una noche estrellada. La película afronta una hiperrealista historia de amor desde la perspectiva más romántica. 'Pollo con ciruelas' grita y defiende una teoría: aunque el desfile de personas por el corazón de una persona sea un trajín, solo existe un gran amor en la vida. Ahí salen las raíces del profundo sentimiento de desolación que quema el interior del violinista de Teherán obligado a alejarse de la mujer -no es casualidad que la autora la llame Irán- a la que tanto y tan fugazmente amó.

Satrapi y Parannaud envuelven con delicadeza esta hermosa historia de amor que lleva sellado desde el principio la marca de la tragedia. Todo lleva a la melancolía más profunda, la música, los decorados, la irrupción de personajes más propios de películas de Tim Burton, la interpretación y el aire a lo 'Amelie' que carga la atmósfera de esta quebradizo filme, que se ve igual que se escucha, como un susurro, como una leyenda contada al oído. 

RAFAEL GONZÁLEZ

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