'LA RECONQUISTA'. Candela Recio, esa maravillosa actriz




CRÍTICA DE CINE

'La reconquista' (Jonás Trueba. España, 2016. 103 minutos)

Película de corte intimista, sentida y que muestra unas inquietudes muy diferentes a las que se vienen desarrollando en la cinematografía española en la actualidad. 'La reconquista' no sigue las modas actuales, ni su reparto está respaldado con rostros muy conocidos a la par que taquilleros. Tampoco busca una comercialidad vacua. Se trata de filmar una historia y ver hasta dónde se puede llegar con la misma. Cine realizado por personas que aman el medio.

Jonás Trueba tiene una voz como director que va desarrollando en cada largometraje. En ocasiones de un modo desacertado, como con 'Los exiliados románticos' (2015) y 'Todas las canciones hablan de mí' (2010), y en otros más encauzado, 'Los ilusos' (2013) y 'La reconquista' (2016). Puede decirse que hace siempre la misma película con pequeñas aportaciones diferentes. Eso ya es un acierto en toda regla. En ese aspecto, Woody Allen podría ser un referente. El modo siempre es distinto, pero no tiene por qué no ser efectivo. En 'La reconquista', el pasado vuelve a cobrar forma una vez más. Lo hace a modo de reencuentro con aquel amor de adolescencia que tanto significó. En sí, el argumento no desarrolla nada original, pero eso no importa en absoluto. A lo largo de una noche, que atraviesa diferentes etapas, Manuela y Olmo juegan con esa intimidad de ayer para extrapolarla al peligro de lo que puede suceder hoy. Ambos están cómodos y no hay rencores ni celos, ni heridas sin cicatrizar. Aquella inocencia del pasado se transforma en una amalgama emocional que, acompañada con acciones diferentes a la rutina, ayudan a la integración de ambos personajes en esa peculiar noche que nunca tuvieron. No se trata de luchar por esa asignatura pendiente del pasado. Ambos se enfrentan a ese yo que es diferente y que, a su vez, no lo es. Recuerdos, miradas, cartas y caricias continuas.

'La reconquista' está dividida en dos partes claramente diferenciadas. En la primera, se desarrolla la ya mencionada tarde-noche del reencuentro. Trueba nunca busca disimular sus influencias y en ellas se aprecia deambular a Truffaut y a Rohmer a sus anchas. Muy pocos directores realizan cine sin esa inmediatez que suelen demandar las catastróficas producciones en la actualidad. Trueba se toma su tiempo, pero en ocasiones este se le escapa. Las escenas musicales de la película intentan integrarse en el momento común de Manuela y Olmo. Las canciones de Rafael Berrio parecen describir ese amor de adolescencia. El juego de miradas y complicidades que tienen ambos personajes es íntimo y eficaz, pero la duración de las canciones y los planos recursos del público no llegan a aportar tanto para justificar el tiempo que se les concede. Muy acertada es la escena en la que bailan swing. No hay palabras, pero queda expuesto todo sin corazas. No necesita añadidos. Una pena que no se cuidase un poco más la narración visual de esta parte. La despedida tampoco necesita más, íntima y resolutiva. El problema de esta primera parte son algunos diálogos. No resultan demasiado verosímiles y los actores hacen malabares para encajar ciertas frases buscando naturalidad, que logran, pero con puntos suspensivos. El interludio es el regreso al hogar en el que le espera su actual pareja. La conversación es algo larga y redunda en lo ya visto. Sutiles celos, pero en realidad aporta muy poco porque en realidad ¿qué ha sucedido? La actriz Aura Garrido se muestra comedida y es eficaz en sus réplicas, aunque su papel es el menos agradecido del elenco.

La segunda parte es donde radica el mayor encanto de la película. En el momento en el que Candela Recio −Manuela a los 15 años− hace su aparición, la cinta gana vitalidad e interés. Todo lo que aporta esta actriz es poesía visual. Seduce a la cámara, a Olmo, al espectador y gana la historia. Si bien es cierto que algunas de sus cartas son excesivamente maduras, pueden tener justificación por la vida que lleva con sus padres. Olmo y ella se descubren en ese terreno ignoto que es el primer amor, aquel que no ve ruptura posible. Se acarician y besan con esa torpeza tan deliciosa y emotiva que proporciona el descubrimiento. Pablo Hoyos −Olmo a los 15− aguanta bien el envite y en su timidez conforma un tipo de persona que resulta íntegra en su formación y en la manera de exponer lo que siente. En esta parte, las cartas tienen una importancia capital. No importa que los propios actores se dirijan a cámara y reciten las misivas. Por momentos, podría evocarse al Bergman de 'Los comulgantes' en aquella carta que recita Ingrid Thulin. El verdadero mérito es la naturalidad de Candela Recio en todo su parlamento.

Una vez finalizada la segunda parte puede constatarse que tal vez Trueba dedicase demasiado tiempo a una primera que no aporta tanto. Esta desigualdad ve lastrado en parte el resultado final. Se trata de una película larga, pero no queda bien demostrado el porqué de esa duración. Los números musicales no son el problema. Hay que recordar que Kaurismaki siempre filma uno. Hay cierta redundancia en todo lo expuesto por Olmo y Manuela. Tampoco es interesante el camino de vuelta a casa en moto. La forma de filmarlo resulta un tanto descuidada. Del mismo modo, el final de la película cuando la cámara regresa a Olmo y ofrece ese flashback tan poco imaginativo, no aporta nada. No solo no suma, sino que resta. Hay aspectos que, de haberse limado un poco, mejorarían la película en gran medida.

La relación de Jonás Trueba con Francesco Carril es muy productiva. Posiblemente pretendan emular a Jean-Pierre Léaud y François Truffaut y, de momento, van camino de conseguirlo. Carril continua en ese mismo papel que inició en 'Los ilusos' y continuó en 'Los exiliados románticos'. Hay muy pocas variaciones. No solo en su método interpretativo sino en el propio personaje que encarna. Es natural en el fraseo y sus acciones acompañan ese papel de introvertido que tan bien se le da. Itsaso Arana defiende con energía el rol de esa Manuela que busca sin cesar. ¿Qué le ha llevado a hacer esa llamada? ¿Una carta? ¿Una asignatura pendiente? Ambos, de un modo u otro, se han seguido la pista, de ahí que el reencuentro sea diferente a otros que el espectador entiende que han tenido. Arana sale victoriosa de esa pelea con frases demasiado bonitas para un guion, pero artificiales en boca.

La dirección de fotografía vuelve a ser para Santiago Racaj. Es un gran profesional, pero en esta ocasión hubiese aportado más un cambio más notorio que contrastase las diferentes épocas. La dirección de arte de Miguel Ángel Rebollo es acertada y con matices interesantes, como es el cuarto de Almudena a los 15 años. El sonido es arriesgado. Es muy natural, pero eso conlleva que, en lugares en los que la música está a un volumen alto, se pierdan instantes de conversaciones que se intuyen interesantes. Evidentemente, en la vida real es así, pero el cine nunca es real. El montaje es efectivo y consigue que ese ritmo de narración vaya en consonancia con la edición.

'La reconquista' es una película curiosa, un avance con respecto a su anterior título, pero su resultado final no termina de ser compacto en gran medida por una duración excesiva. Eso sí, permite disfrutar de un talento extraordinario como es el mostrado por Candela Recio.

IVÁN CERDÁN BERMÚDEZ

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