AMENAZA TORMENTA. Los Goya (I)


El descrédito de los Premios Goya no tiene fin. El fondo no se vislumbra. Las nominaciones de la ceremonia de 2013 suponen un importante paso en esa labor de desprestigio que se iniciara ya hace un puñado de ediciones. Todo parte del desinterés mostrado de antemano hacia productos que realmente tengan algo que aportar, de las decisiones de una mayoría amparadas en el amiguismo que premia a bombo y platillo las películas taquilleras. Y del voto hacia aquello que se supone que hay que votar. Naturalmente siempre hay excepciones, como el bofetón que supuso el triunfo de la última película de Agustí Villaronga, 'Pa negre', hoy ya, pasado el subidón inesperado del momento, otra vez en el anonimato.

Fue hace unos años cuando se puso a José Luis Garci entre la espalda y la pared al acusarle de comprar votos. A contracorriente, Carlos Saura le defendió. Lo veía normal. En cierta manera resulta comprensible, ganar premios hace que la gente acuda al cine. Pero lo de Garci eran menudencias en comparación a la desazón que ocasiona la Academia. Las votaciones son tan hipócritas como carentes de sentido. La destrucción del cine español y el poco impacto que produce –salvo escasas excepciones, como puede ser el género de terror- tiene su origen en una política que apuesta por lo burdo.

Poco hay que rascar de las nominaciones de la inminente ceremonia. Todo tan pulcro y aseado que hasta coinciden las candidatas a mejor película con las enviadas en fallida misión rumbo a los Oscar. 'Blancanieves' parte como la 'outsider'. Hacía tiempo que un largometraje español no recibía tal avalancha de elogios no recompensados por la taquilla y probablemente tan poco justificados. La sombra de 'The artist' pesa demasiado. Trueba sigue su idilio con los Goya y presenta candidatura con 'El artista y la modelo', ejemplar de cine de degustación lenta, tedioso a ratos y alejado del gusto medio. Sus mejores aportaciones son las interpretaciones de Jean Rochefort y Aída Folch. Pinta mejor 'Grupo 7'. Pese a sus deficiencias, constituye un notable intento de hacer cine de género, en este caso de acción, rodeado de un contexto social y político de mucho interés, los años previos a la Expo'92 de Sevilla. Es, dentro de un cuarteto con demasiadas costuras, lo mejor de largo. Cierra el grupo la traca de fin de fiesta, el largometraje que salva las cuentas económicas. Bayona, como ya hiciera con 'El orfanato', demuestra que sabe cómo acariciar la fibra más sensible del espectador. Esa manipulación toca techo con 'Lo imposible' -atención al uso de la banda sonora y a esa catarsis 'hitchcockiana'-. 'Lo imposible' es el 'best seller' de la temporada. La definición lo dice todo.

Del resto de nominaciones, sorprende la ausencia –salvo la recuperada Candela Peña- en el capítulo interpretativo del elenco –fundamentalmente Eduard Fernández- que trabaja en esa suma de cortos que es 'La pistola en cada mano'. La única nominación de 'El muerto y ser feliz', en manos de José Sacristán, clama al cielo. La que probablemente sea la mejor película de  todas las que estaban a concurso ha sido clamorosamente ninguneada. El juego que se aplica con las nominaciones es tan doloroso como hiriente. Se están cargando el buen cine. Tampoco ayuda mucho el hecho de que las películas deban pasarse a 35 milímetros. Es una operación tan gravosa como inoperante. De este modo el mercado seguirá copado por los mismos apellidos y las tecnologías que interesen, ya perpetuadas. Aunque la gallina ha dejado ya de dar huevos de oro, ahora sólo quedan los restos que ya nadie quiere.

Las películas se han de juzgar por su resultado, no por el grado de amistad con el productor, director o elenco. Evidentemente esto no será posible si el sistema de selección sigue siendo como el actual. Lo más lógico es que los candidatos fuesen juzgados por un jurado anónimo y a ser posible secreto y de otro país y que, además, las películas estuviesen sin firmar. De ese modo todo tendría cada juicio de valoración y un peso más importante. Una utopía, a fin de cuentas. Hay demasiados proyectos pendientes del hilo de la influencia.

En resumen, amenaza lluvia sobre los Premios Goya. Y el presunto equilibrio de las últimas ceremonias se tambalea. El cine español está en pie de guerra por los recortes. Todo apunta a que se repetirá, a otra escala, lo sucedido con aquella célebre edición del 'No a la guerra'. La tormenta está fuera, pero también dentro. Y sobre eso habría que recapacitar y dejar de lado ya de una vez, quién y cómo pisa la alfombra roja y cuánto pesa la dichosa estatuilla. Lo imposible, por otro lado. 

I. CERDÁN / R. GONZÁLEZ

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