CRÍTICA DE TEATRO

´Maridos y mujeres' de Woody Allen.
Adaptación y dirección: Álex Rigola.
Teatro La Abadía. Sábado 2 de Febrero 2013
Tras sus dos últimas y olvidables adaptaciones de Shakespeare, ‘Coriolano’ y ‘Macbeth’, Rigola ha optado por un valor seguro como suele ser Woody Allen y la que es sin duda su mejor película, ‘Maridos y mujeres’. El problema radica ya desde el propio título, dado que Rigola juega con su propuesta a parodiarlo y a mantenerse bastante alejado de la esencia del texto de Allen. Quizá hubiese sido más acertado dar alguna pista sobre lo que se proponía realizar el director catalán para no generar falsas expectativas.
La puesta en escena es un acierto en cuanto a escenografía se refiere. La misma busca ser cualquier salón en el que pueden habitar los espectadores, que se sitúan como auténticos 'voyeurs' de la vida de los ocho protagonistas –seis actores-. Ese salón da cabida a todo lo que sucede en la historia, aunque también una pizarra –que no aporta nada- da soporte a ciertas acciones.
Las interpretaciones son un tanto desiguales. Luis Bermejo –encarnando el papel que interpretó Woody Allen- destaca por varias razones, una de ellas: que no imita a Allen. Es capaz de mostrar muchos matices de un personaje que es enormemente rico, pero que por agradar al público cae en varios tópicos –como todos- que hacen que se distancie enormemente del texto de Allen. Los papeles femeninos tienen un punto de desequilibrio demasiado exagerado. Todos esperan el engaño y eso dista de nuevo enormemente de la concepción alleniana. La perspicacia del personaje de Nuria Mencía está fuera de lugar, no por su trabajo, sino por las intenciones marcadas en la adaptación. Miranda Gas destaca más en su rol como la amante del personaje interpretado por Elejalde que en el de la Rain que seduce a Alex –Luis Bermejo-, que se queda sin fuerza desde el comienzo. A Elisabet Gelabert quizá le falte algo de mesura y realmente saca de quicio en diferentes momentos por esa angustiosa manía de Rigola de querer ver más allá de lo que propone el texto. Alberto Jiménez –gran actor por otro lado- se queda en territorio de nadie en los dos personajes que interpreta, no varían los matices del uno al otro y eso es una pena porque él tiene mucho talento, pero aquí queda desdibujado.
Son de agradecer las transiciones abruptas; consiguiendo un montaje dinámico que no da respiro: digamos, que es una especie de cámara al hombro que se agita como la vida interior de unos personajes que se encaminan hacia el miedo de reconocer lo que sienten.
Este acierto se ve mermado por Rigola al suavizar un gran texto, castellaniza nombres y anécdotas, transformando todo en un producto liviano que para los que no conozcan el texto de Allen quizá les divierta; pero se queda tan lejos de lo propuesto por el director neoyorquino, por lo que resulta muy injusto que la obra se titule ‘Maridos y mujeres’.
IVÁN CERDÁN BERMÚDEZ
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