'LA CHUNGA'. Efímera y sin fuerza


CRÍTICA DE TEATRO

'La Chunga'
Autor: Mario Vargas Llosa
Dirección: Joan Ollé
Teatro Español de Madrid. Hasta el 16 de junio

Vargas Llosa es un excelente novelista, pero como dramaturgo sus resultados no son equiparables bajo ningún concepto. Tampoco la puesta en escena de ‘La Chunga’ ayuda a que este parecer pueda cambiar. La brillante escenografía de Sebastiá Brosa se ve lastrada por una dirección que no termina de sacar jugo a las situaciones que plantea. Lo primero y más lacerante para la obra es la cuestión de los acentos: no hay nada que justifique la deficiencia en este apartado. Supuestamente están en Piura (Perú), y hablan como perfectos castellanos, eso sí, de vez en cuando sueltan algunas palabras propias de la zona y se les escapa algún acento. Esto es un problema serio porque no se posiciona en ningún lugar.

Las interpretaciones son más bien flojas. Aitana Sánchez- Gijón no tiene la suficiente fuerza para hacer creíble a la Chunga. La crudeza de un personaje con semejante pasado se ve lastrado por una fragilidad que se muestra a las primeras de cambio. Sus arrebatos de ira llegan a ser un tanto cómicos y nada creíbles. Algo similar ocurre con Irene Escolar, su papel es tan plano que la sitúan nuevamente en un personaje que no es más que una niña mona y caprichosa que no tiene capacidad de nada. Su arco interpretativo es tan pequeño que el personaje queda en una nada que no invita a futuras interrogaciones. Sin duda alguna, del elenco que forman 'los inconquistables' (compañeros de taberna lastrados por la falta de empleo y frasco), destaca Jorge Calvo que nunca exagera y que defiende sus ensoñaciones hasta el final. Los demás se regodean en sus poses y en tonos demasiado recitativos para mostrarse en una taberna oscura y peligrosa de Piura.

Vargas Llosa muestra los momentos más interesantes en lo que son las ensoñaciones de unos individuos anclados en esa taberna sin futuro en la que juegan a los dados, beben y calientan motores para descargar su furia en el prostíbulo contiguo. Son escasos los momentos en los que no se ve todo demasiado impostado –en el propio texto se refleja así también-.

La idea del enigma del pasado de la protagonista y su forma de ser hubiesen sido realmente una buena idea. El mundo de la taberna se refleja también de un modo superficial y el de las relaciones personales se pierde en dimes y diretes que resuenan a ecos de lo que quizá hubiese podido ser pero que no es, al menos en este montaje.
IVÁN CERDÁN BERMÚDEZ

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