CRÍTICA DE TEATRO
'El régimen del pienso'
Compañía: La Zaranda (Teatro Inestable de Andalucía la Baja)
Dramaturgia: Eusebio Calonge
Dirección: Paco de la Zaranda
Escenario: Teatro María Guerrero (Madrid).
¡Qué jodienda saber que algún día se acabarán los espectáculos de la Zaranda! Joder, me digo, no quiero salir del teatro, quiero quedarme aquí, escuchando toda la vida pasodobles, cantos gregorianos, quiero seguir viendo como cuatro flexos se convierten en una máquina del tiempo ilustrada, cómo los hombres son oficinistas y cerdos, a la vez, de ida y vuelta, quiero ver por el hueco cómo cuatro estanterías metálicas se convierten en ventanillas de atención al público, quiero seguir escuchando voces quejumbrosas a punto del último estertor, al límite, oírlas repetirse una y otra vez hasta perder toda la psicología que acomoda y alecciona al espectador, quiero decir "¡qué antigüedad!" cuando vea a un grupo de modernetes en el barrio de moda, quiero seguir viendo cómo la crisis es una epidemia y las empresas unas pocilgas, quiero seguir los pasos de este antihéroe para preguntarle cómo fue eso de vivir en aquellas cuatro paredes de la oficina, cómo se las ingeniaba para vivir en una cárcel que aparentaba ser una montaña, cómo podía sentir entre tanto pienso, cómo no hizo nada para remediar aquello, cuando era cerdo y oficinista.
Partiendo del hilo argumental de la novela 'Miau' de Pérez Galdós, a saber, la cesión de un empleado que se niega a aceptar su baja en la empresa, somos testigos de las argucias de un grupo de burócratas: oficinistas grises, cerdos infectados y médicos forenses que han de mantener la empresa porcina a flote, salvarla económicamente de la epidemia que la asola.
La Zaranda construye un gran aparato escénico, fiel a sus principios estéticos, donde la realidad social presente está más cerca que nunca, la ilusión de una vida aparentemente feliz en un mundo en decadencia, la simulación de esta vida, esta vez en el interior de una empresa de producción capitalista en forma de pocilga, de oficina y de sala de necropsias: causa, efecto y diagnóstico de nuestra sociedad actual.
De nuevo somos testigos del fascinante uso que hace esta compañía de los objetos, verdadero arte de la alquimia, transmutándolos en imágenes imposibles en la cotidianeidad, lejos de su valor común de uso. Así, las prendas se convierten en órganos humanos, los enchufes en la unión entre la vida y la muerte y las estanterías en carruseles de infancia, en cárceles y en laberintos.
El actor invitado en esta ocasión, Javier Semprún, realiza un trabajo riguroso, lleno de matices, adaptado perfectamente al coro que crean los zarandos, a su ironía; víctima de un despido injusto, consigue transmitir la perplejidad y la tragedia del ciudadano común, un Don Quijote con los Duques de Barcelona o un antihéroe orwelliano, víctima de una sociedad sin cabida para los sentimientos, por modernizar una tragedia que tiene sus referentes artísticos más cerca de la modernidad y su diálogo con la ilustración y el romanticismo, que con la posmodernidad entendida aquí como diálogo vacío entre el sujeto y la nada.
Para entender que hay que salir de las pocilgas solo hace falta entender que hay que salir de las pocilgas, aunque esto me lo sumaré a la lista de cosas que me quedan por pensar, contar a mis amigos o rememorar cuando vuelva a estar a la salida de una función de este Teatro Inestable de Andalucía la Baja que tanto me gusta, quizá en Buenos Aires, ciudad amiga de la compañía, donde representarán entre el 15 y el 25 de Agosto en el Teatro Cervantes de la capital argentina, este juguete humano repleto de espejos y fantasmas.
FRANCISCO VALERO
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