'TURISTAS'. Negra espalda sobre el amor en caravana



CRÍTICA DE CINE

'Turistas' (Ben Wheatley. Reino Unido, 2012. 89 minutos)

‘Turistas’ es una película tan mordaz e inteligente como cruel e hiriente. La trama se inicia con unas vacaciones en caravana de una pareja que lleva tres meses juntos y decide recuperar los paisajes de juventud de él de la campiña inglesa. En pocos minutos se expone la situación curiosamente caótica de la vida de ella junto a su madre y el duelo por la pérdida de hace un año de su perro en un disparatado accidente doméstico.

El viaje es una liberación de las cadenas que encadenan a ambos una monotonía tan salvaje como asfixiante. Lo que simula ser una comedia del tipo que suele denominarse ‘humor inglés’ comienza a tornar en una película oscura, de carretera, muerte y sexo. Los asesinatos y sus motivaciones –que van desde los celos hasta la sinrazón–  golpean con fuerza en la aparente serenidad de dos enamorados que buscan estrechar vínculos atravesando campings.

La inmediatez de las películas de carretera está magníficamente reflejada. Tratar temas tan brutales de un modo tan supuestamente ligero es tan agresivo como original. La muerte se sitúa como esa adrenalina que recorre ese punto de unión entre los amantes que se conocen y se sorprenden con sus puntos débiles y sus efusivas reconciliaciones. El sexo en esa caravana que se mueve es tan grotesco como original. No hay mucho detenimiento en él, pero la emotiva suciedad que desprende combina con los perturbadores sucesos de unos amantes que juegan a ser Bonnie&Clyde o a la pareja  de ‘Asesinos natos’.

Que los dos protagonistas sean también los guionistas ofrece aún más verosimilitud a sus interpretaciones. No hay que olvidar que 'Turistas' fue antes un piloto para la televisión o un montaje teatral –por lo que la pieza estaba ya ensamblada, como hacían los Hermanos Marx–. Quizá se podrían objetar algunos gestos un tanto exagerados por parte de la magnífica actriz Alice Lowe, aunque también es verdad que ayudan a potenciar la comedia. Los cambios en ella no sorprenden tanto si se tiene en cuenta la presión a la que es sometida por una madre que no duda en autoinflingirse lesiones imaginarias para ser el centro de atención. Steve Oram borda un personaje que poco a poco va desplegando numerosos puntos oscuros en lo que es un final que anuncian ebrios de amor. Su actitud cívica contrasta con la mordacidad de un hombre sin escrúpulos dañado por un despido que se entrevé como causante de sus impulsos criminales.

Contrasta muy bien ese extraño turismo que se muestra en sus visitas al museo del tranvía o del lápiz. No son destinos al uso, pero el guion, sin ser una pieza originalísima, sí alardea de todas las virtudes de saber contar una historia y cómo conseguir ser especial. Toda la inmediatez nunca es recargada. La adicción al llevar todo demasiado lejos no les pesa aunque discrepen entre sí por momentos. Las cargas morales se diluyen en saco roto, lo importante son ellos en esa encrucijada de sentirse vivos en algo en lo que por fin tienen un control, aunque sea descontrolado.

A pesar de exponer momentos muy crudos de violencia, no se regodea en ello. ‘Turistas’ consigue crear una incomodidad en el espectador que es aplastante. La muerte genera una sonrisa que se alía con la inquietud de que en cualquier momento un inocente va a morir.

La dirección de Ben Wheatley está muy acorde a lo que se expone. Se limita a filmar sin entorpecer un gran texto. Hay algunos momentos oníricos que se podrían haber ahorrado porque pueden llegar a confundir al espectador. Maneja muy bien los tempos del texto y lo combina con una sugerente fotografía y una música que acompaña con armonía a los personajes por la carretera.

Esta 'road movie' –con guiño final incluido– vuelve a dejar patente que el cine inglés no sólo es valiente, sino que posee las herramientas necesarias para constatar que está casi a la cabeza del mercado en cuanto a calidad y originalidad.

IVÁN CERDÁN BERMÚDEZ

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