CRÍTICA DE CINE
'Serrat y Sabina. El símbolo y el cuate' (Francesc Relea. España, 2013. 83 minutos)
Aparentemente no generaba demasiado entusiasmo ‘El símbolo y el cuate’, documental sobre la aventura conjunta vivida por Sabina y Serrat al otro lado del océano. Son personajes sobre las que ya se sabe mucho, sobreexpuestos mediáticamente. La sorpresa o novedad queda a distancia. De la misma forma, han aparcado sus carreras en solitario para lanzarse en esta ruta a dos que para muchos de sus seguidores ya dura demasiado. Serrat solo no es el mismo que con Sabina y a la inversa, y eso queda reflejado si uno asiste a un concierto de esta nueva etapa, otra historia. Y tanto el cancionero de Sabina como el de Serrat han sido tan escuchados como sometidos a todo tipo de interpretaciones, desde la poética-vital hasta la política. Ahí estaba por lo tanto el reto de Francesc Relea, hacerse distinguir entre tanto material previo. Visto ‘El símbolo y el cuate’ lo logra. El documental se hace un hueco y se gana su propio espacio, conformándose como una refrescante alternativa para aquellos habituales del universo de ambos artistas.
Relea deja un poco de lado lo artístico –el cancionero lo forman piezas menos conocidas o de cosecha reciente- para centrarse en la dimensión política (Serrat) y social (Sabina) de dos músicos que llegan más lejos de la definición que ofrece su profesión. La cámara se revela como una invitada más en su gira por Sudamérica. Ya no son ellos ni sus canciones –también se prescinde de una voz en off narrativa- tanto los protagonistas como los paisajes y el trasfondo de los países que visitan. El viaje le sirve al director para documentar la realidad social y política de parte de ese continente al que tantas cosas unen a España como separan. Hay momentos especialmente reveladores, estribillos que se quedarán en la retina más allá de la proyección. El viaje 'fallido' de Serrat a un Chile que despertaba de la pesadilla y su alocución a las masas en una grabadora es un aspecto que los jóvenes desconocerán y que agrandará un poco más el relieve del catalán. También son interesantes apreciaciones aparentemente intrascendentes de Sabina pero de mucho calado, como cuando habla de los gobernantes argentinos o cuando hace referencia al origen del público que acude en sus conciertos en Lima.
Detalles al pie de página de lo que realmente son los dos instantes cumbre del documental, reservados a dos secundarios. Las historias que cuenta Eduardo Galeano en Chile están hechas para ser escuchadas una y otra vez. Hay tanta naturalidad que transportan al salón de su casa. Y el broche lo ponen las lágrimas de Pancho Varona al final de la gira, que son las de todos aquellos que alguna vez se han emocionado con estos artistas.
Relea deja un poco de lado lo artístico –el cancionero lo forman piezas menos conocidas o de cosecha reciente- para centrarse en la dimensión política (Serrat) y social (Sabina) de dos músicos que llegan más lejos de la definición que ofrece su profesión. La cámara se revela como una invitada más en su gira por Sudamérica. Ya no son ellos ni sus canciones –también se prescinde de una voz en off narrativa- tanto los protagonistas como los paisajes y el trasfondo de los países que visitan. El viaje le sirve al director para documentar la realidad social y política de parte de ese continente al que tantas cosas unen a España como separan. Hay momentos especialmente reveladores, estribillos que se quedarán en la retina más allá de la proyección. El viaje 'fallido' de Serrat a un Chile que despertaba de la pesadilla y su alocución a las masas en una grabadora es un aspecto que los jóvenes desconocerán y que agrandará un poco más el relieve del catalán. También son interesantes apreciaciones aparentemente intrascendentes de Sabina pero de mucho calado, como cuando habla de los gobernantes argentinos o cuando hace referencia al origen del público que acude en sus conciertos en Lima.
Detalles al pie de página de lo que realmente son los dos instantes cumbre del documental, reservados a dos secundarios. Las historias que cuenta Eduardo Galeano en Chile están hechas para ser escuchadas una y otra vez. Hay tanta naturalidad que transportan al salón de su casa. Y el broche lo ponen las lágrimas de Pancho Varona al final de la gira, que son las de todos aquellos que alguna vez se han emocionado con estos artistas.
RAFAEL GONZÁLEZ
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