'JACK RYAN: OPERACIÓN SOMBRA'. ¿Dónde quedó Shakespeare, Ken?


CRÍTICA DE CINE

'Jack Ryan: Operación sombra' (Kenneth Branagh. Estados Unidos, 2014. 105 minutos)

El extraño fenómeno a la inversa que ha acompañado a Kenneth Branagh en su trayectoria como director no deja de ser curioso. En vez de hacerse un nombre mediante productos comerciales y superproducciones, lo consiguió revisitando a Shakespeare con un notable acierto, ya fuese con su primera película, ‘Enrique V’, en la que casi no sabía lo que era una cámara –gran mérito del resultado lo tuvo el director de fotografía, Kenneth MacMillan-, o ese gran acierto, y por el momento su mejor película, que supuso la casi autofinanciada ‘En lo más crudo del crudo invierno’. Si bien es cierto que ya con ‘Morir todavía’ y ‘Frankenstein’ pareció entrar de puntillas, siempre regresaba a Shakespeare o a un proyecto más íntimo. Ahora no. Ya solo enlaza una superproducción con otra, ya sea ‘Thor’, ‘Jack Ryan’ o ‘La cenicienta’. El star system es su definitivamente su hogar.

Su evolución en el manejo de planos es loable y siempre consigue que los actores estén extraordinarios. ‘Jack Ryan: Operación sombra’ no es una excepción y ofrece grandes interpretaciones como las de Kevin Costner o Nonso Anozie. El planteamiento no deja de ser un renacer del personaje creado por Tom Clancy –no adapta ninguna de sus novelas-. Resuenan ecos a ‘Casino Royale’ y a otros títulos de Bond, y se juega a mostrar el interior más sentimental del espía en sus orígenes. Con un inicio muy interesante, la película avanza a un ritmo correcto. Las tramas bursátiles y los atentados terroristas en Nueva York siempre son bien recibidos por la taquilla. La acción comienza en el fatídico 11-S para llegar a lo que es un ahora reconocible no exento de cierto melodrama unido a determinados pecados capitales.

Branagh se reserva el papel de villano ruso –incluso trabaja el acento- y aunque la historia se desinfle no deja de ser un entretenimiento bien realizado. Los tópicos de estas producciones no faltan, pero parece que la dirección de Branagh ha aportado un punto más en todo ese desborde económico. Maneja estupendamente la acción-reacción de los actores –quizá demasiado gestual Keira Knightley- y consigue que nunca estén impostados o anticipen acontecimientos. La trama también tiene curiosos paralelismos con la tercera entrega de 'Misión Imposible': datos, la chica del espía, los viajes…

La combinación de tantos elementos tiene como resultado una película entretenida que parece constatar que Branagh se ha alejado definitivamente de sus orígenes y aunque no es el director más espectacular para estos blockbusters, sí consigue sacar de ellos ese elemento que hace que no sean únicamente superproducciones vacuas. Parece que Jack Ryan ha renacido y otra saga acaba de iniciarse.

IVÁN CERDÁN BERMÚDEZ

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