LUIS



A mi tío José Antonio

Luis Aragonés llegó al Sevilla FC en la temporada 93-94 y permaneció otra más. Aquel 28 de julio, día de su cumpleaños, le vi en tierras gaditanas y me di cuenta de que el Sevilla iba ser algo cuánto menos diferente. Seguí al equipo las dos temporadas que estuvo allí con un frenesí loco cercano al forofismo. Recuerdo una cita con mi pareja en la que ella me notaba frío y distante, hasta que conseguí saber gracias a un taxista que el Sevilla había empatado a cero en Tenerife, nada fácil puntuar en el Heliodoro en aquella época. La cita cambió en ese instante. 

No me perdía una sola de sus ruedas de prensa y cuando podía me acercaba a verle al entrenamiento o al hotel de concentración. Instauró el 3-3-3-1 y con él disfruté como nunca lo había hecho en el fútbol: entendí el fútbol que yo quería. Aquella alineación, Unzué, Martagón, Soler, Jiménez, Diego… ¡qué años! Salíamos a la contra y nos fue bien. Luis aportó estilo, personalidad y una entrega que posteriormente otros recogerían. En ninguna ocasión he visto a ningún entrenador sacar tanto jugo a una plantilla. En aquella época no existían las tecnologías digitales y solo podía ver los resúmenes de Estudio Estadio. La radio era una compañera fiel y escuchaba esas salidas peligrosas a la contra… aquel 0-2 en Oviedo, el 2-4 en el Calderón cuando remontamos un 2-0.  Fue un miércoles, recuerdo que tenía fiebre y no fui a clase pero... ¿cómo no iba a ver a los muchachos de Luis? Jamás. Con Luis se van unos años en los que fui realmente feliz y curiosamente coincidió con Luis en el Sevilla o quizá fui feliz porque Luis estuvo en el Sevilla.

Cada derrota era muy significativa. Él sin salir, encerrado, con barba de tres días y trabajando con el más, más, más… ¡qué contragolpes! Aprendí tanto de fútbol gracias a este técnico que ya no nunca miré del mismo modo nada de lo que sucedía en el terreno de juego. Y sí, nos metió en la UEFA cuando eso era casi un todo, en la temporada en la que el afortunado de Valdano ganó la liga. Aquel año conseguimos tantos puntos fuera de casa casi como el Madrid. Era, como bien dijo Manolo Jiménez, un año para haber luchado por el título, lo malo eran los partidos en casa. Siempre me encantaba ver al Sevilla fuera, de rojo, ¡qué sentimiento!

Cuando Luis dejó el Sevilla –nunca se lo perdoné a Cuervas- fue al Valencia y mientras yo contemplaba el hundimiento de mi equipo seguía a ese Valencia que disputó la liga a su querido Atleti ¡qué añoranza! Disfruté mucho de aquel 2-3 en el Manzanares, fui con mi padre, y hablábamos o, más bien, fantaseábamos con que aquel equipo de blanco podría haber sido el Sevilla. Me llamó tanto la atención que colocase a Otero de central y a Engonga como líbero… jamás ninguno hizo tales temporadas.

He seguido a Luis a todas partes, incluso cuando entrenó al Betis. Recuerdo que veía sus partidos y siempre deseaba que volviese. Disfruté mucho con su Mallorca o qué decir de la selección. Nunca he tenido apego real a la selección, me considero principalmente del Sevilla FC y luego de la selección, pero jamás la he seguido con tanto ahínco como cuando estuvo él. En aquellos años el combinado nacional sí tuvo un significado para mí. Es cierto que también le ataqué, pero eso es así, a él le gustaba polemizar y defenderse. La selección cambió con él y el carácter perdedor quedó anclado.

Hace unos años casi retorna al Sevilla para suplir a su amigo Manolo Jiménez, pero por las ínfulas de una directiva que nadaba en cierta opulencia resultadista, no aceptaron las condiciones que Luis impuso’. Una pena, ese día, mi ilusión retornó aunque fuesen unos instantes.

Ahora ya se ha marchado y aquellos años ya algo difuminados en los que exigí a mi equipo del colegio que vistiese con la elástica roja del Sevilla y con aquel sistema táctico quedarán como lo que fueron, un viaje con Luis y como bien dijo “y ganar y ganar y ganar y ganar y ganar…". 

IVÁN CERDÁN BERMÚDEZ

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