'EL ARTE DE LA ENTREVISTA'. Batería en carga


CRÍTICA DE TEATRO

'El arte de la entrevista'
Autor: Juan Mayorga
Dirección: Juan José Afonso
Producción: Iraya Producciones
Teatro María Guerrero (Madrid). Hasta el 13 de abril

Para un espectador que pide y necesita historias de aquí y ahora, cada puesta en escena de un texto de Juan Mayorga supone una alegría. Es uno de los factores que caracteriza a este dramaturgo, su capacidad para abordar cuestiones candentes de cara, aunque por su sutileza a veces no lo parezca. Mayorga zarandea prejuicios, da la vuelta a temas controvertidos y deja al espectador ese espacio para decidir el lugar en el que se posiciona. Ante la suma de argumentos que han hecho del madrileño uno de los dramaturgos más solicitados en la escena pública y privada no queda otro que sentir cierta decepción cuando uno de sus estrenos deja insatisfecho. Tan bien acostumbrado tiene a sus admiradores que es el riesgo que se corre ante la hoja en blanco, el listón ya está elevado.

No lo mueve, incluso lo tira, esta ‘El arte de la entrevista’ que deja una extraña resaca. La imagen sería la de un puzle de dificultad media a falta de las fichas más importantes, perdidas debajo de algún mueble o similar. La sensación es como si se hubiera asistido a una obra a medio gas, no definitiva. El punto de partida engancha, es atractivo. Con la excusa de un trabajo escolar, una chica decide entrevistar a los miembros de su familia, su madre y su abuela. La grabación saca a relucir esos aspectos sobre los que cae el polvo pero nunca el olvido. Se juega al mismo tiempo al engaño, porque ‘El arte de la entrevista’ no deja de ser un juego, tan efervescente como olvidable al carecer de esa solidez que demanda el tratar con asuntos de envergadura, sean de esfera individual o social. La obra se queda enseguida en tierra de nadie. Ni entra como comedia ni como drama. Tampoco los sobreentendidos quedan nítidos ni exigen al espectador una construcción personal de lo visto y escuchado. Y hay personajes sobre los que sobrevuela la peor de las dudas, la que se apuesta si la base de la historia sería la misma sin su existencia.

La puesta en escena de Juan José Afonso no exige demasiado. Es correcta, sin sobresaltos ni excesos. Da lo que demanda el texto, aunque sí parece que los personajes actúan desde diferentes registros y así aparece el desequilibrio. Lo cierto es que se está ante uno de los trabajos más endebles de Mayorga, aunque hasta en este caso hay detalles que hacen de contrapeso y a los que poder aferrarse. Si ya en ‘El crítico’ puso el foco en un determinado tipo de género periodístico-literario, tronco del que brotaban raíces de estimable grosor, ahora hace referencia a la entrevista, tan de moda y a la vez tan desaprovechada en los medios de comunicación actuales y que ha ocupado páginas y horas de radio, televisión, cine y también teatro. En general actúa de narcótico, cuando debería servir para lo contrario, como propone Mayorga en ‘El arte de la entrevista’. Su importancia como género la ratifica a través de citas bien colocadas entre el desarrollo de la trama.

Su cámara de vídeo registra más de lo que esperaba y llega a las entrañas, donde dormitan esos secretos dulces o envenenados a la espera de escuchar la contraseña. En la obra lleva nombre de película, llega pronto y provoca un despertar tan leve que apenas logra sacudir a uno de los personajes en escena, el de Luisa Martín, de lejos el más interesante y el menos esbozado. Al enfrentamiento final con su madre (entrañable Alicia Hermida) le falta punch, no hay recuerdo de esos duelos verbales tan agudos y de pegada de otros textos de Mayorga como el ya citado de ‘El crítico’ o ‘La lengua en pedazos’, entre las recientes.

Desequilibrio, en definitiva, que ratifica ese poso de texto mejorable y, por supuesto, muy probable que lo haga con el paso de funciones, susceptible de crecer y dar la verdadera medida de sus posibilidades.

RAFAEL GONZÁLEZ

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