'HERMOSA JUVENTUD'. Rosales renace y vence



CRÍTICA DE CINE



'Hermosa juventud' (Jaime Rosales. España, 2014. 100 minutos)

 A Carlos Álvarez-Nóvoa Dorado

El cine que venía realizando Jaime Rosales había llegado a un extraño punto de asfixia con difícil retorno. Sus propuestas, siempre originales y alejadas de las tendencias, se habían quedado un tanto ahogadas en su efectiva realización. Les faltaba dar ese paso continuista o de avance que el propio director parece haber encontrado con ‘Hermosa juventud’.

La película mira cara a cara al presente palpable sin que por ello se tenga que etiquetar como cine social, aunque tenga rasgos inconfundibles que lo prueben: el diálogo que presenta la historia con la realidad es punzante, demoledor y brillante. Partiendo de una historia tan reconocible con cercana, Rosales presenta a los personajes en sus rutinas diarias, conflictos, besos acaramelados y en aquellos planes fundamentados en entelequias y anhelos que no llegarán. Son las tensiones en casa, la falta de dinero, la escasez de posibilidades y el vértigo a no ser ni conseguir nada.

Mediante la elipsis se avanza en un planteamiento muy inteligente. La información dosifica el momento del cambio que se va a producir. La necesidad de ese dinero inmediato no tiene el refugio que suelen tener demasiadas cintas en las que se recurre al atraco y a mostrar una vida aún más desdichada. Rosales flirtea con el porno de un modo que engaña. En un principio podría parecer que va a intentar reformular ecuaciones ya planteadas en películas como ‘Torremolinos 73’ o ‘Hacemos una porno’. Al final se aleja de un modo sutil y considerable. Para ello no duda en hacer que su película sea la más coral hasta el momento. Recurre a uno de los ingenieros del porno español, Torbe, para plasmar ese realismo sucio que ofrece fogonazos de un dinero aparentemente fácil de ganar. Lo que resulta interesante es que la historia no se recrea en este medio de vida, sino que solamente es una opción más.

El día a día es la batalla que los dos personajes parecen perder cada día, a lo que se suma el problema de no tener a quién recurrir. Ante nuevos baches, el director catalán no recae en un melodrama social y manido, sino que mira de frente a los personajes de su historia y les filma en esa cotidianidad que combaten casi sin medios. Ingenio en el modo de tratar el paso del tiempo y de incluir esa ‘adicción contaminada’ por las nuevas tecnologías que son empleadas con acierto y mesura. Violeta Salamara se encarga de la realización de las piezas con Smartphone y consigue brío con ellas.

‘Hermosa juventud’ no cae en discursos abrasivos y monocordes sobre la juventud de hoy. Refleja con entereza una situación. No hay buenos, ni malos, simplemente el sobrevivir, cada uno a su modo, con sus heridas, naufragios, miedos, sueños inalcanzables y condenas.

Hay violencia en la historia, pero de nuevo, Rosales, la rueda con inteligencia. La elipsis juega una baza importante y en absoluto es caprichosa. Ese ocultismo es el que interroga al espectador y que, ya unido a la historia desesperanzadora que cuenta, remueve, porque a todas luces lo que se refleja es tan reconocible como intenso.

Las interpretaciones de Ingrid García-Jonson y Carlos Rodríguez como protagonistas son absolutamente impecables. La naturalidad y fluidez que han conseguido es deliciosa. Trabajar la naturalidad resulta complejo, aunque en esta ocasión es uno de los logros más importantes de la película. Combinar actores más experimentados con otros que lo son mucho menos también es sobresaliente.

La evolución de los personajes es fundamentalmente notable en el caso de Natalia, se asiste a su  viraje hacia la madurez. Ese cambio es palpable en la relación con la madre y el hermano. Afronta de cara el presente en el que reside y no juega a lo que no es. Llamar a las cosas por su nombre siempre puede causar dolor, pero no hay duda de que es la única manera de salir adelante. Carlos es ese soñador que se esfuerza por encontrar ese modelo de vida que sea justo pero que no llega. Su evolución personal es diferente, pero es la que es, sin que por eso uno sea mejor o peor.

Tratar la salida de España como única forma de escape –con trampa incluida- de este escaparate de desgracias laborales que ofrece el país está muy bien reflejado y no es algo panfletario. Simplemente el hecho de querer subsistir con una niña es el único objetivo de una madre que lucha por ofrecer algo de futuro a su pequeña. Dejar el miedo a un lado porque no hay nadie que te pueda ayudar. El ritmo elegido para mostrar todo ese viraje interior es otro acierto de la película. Nuevamente la elipsis, los mensajes, el Skype. No se adoctrina, se muestra con la cautela del querer o cuanto menos el intentar salir adelante.

Las conversaciones entre los amigos en los parques, en los botellones y su forma de analizar la situación están muy relacionados con la obra del cineasta Jorge Lacasta y su modo de capturar la sociedad en una determinada edad. Esa frescura es la que consigue que la película avance sin retroceder Quizá, se podría haber recortado algo el metraje, pero no es ningún escollo porque el ritmo es suntuoso y eficaz.

La dirección de fotografía de Pau Esteve busca y consigue una naturalidad sin alardes. Eso es otro acierto porque desde el guion de Rosales y Enric Rufas hasta la forma de realizar la película con su iluminación y su excelente montaje a cargo de Lucía Casal dejan constancia de que ‘Hermosa juventud’ es una película sobresaliente.

IVÁN CERDÁN BERMÚDEZ

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