'EL SECUESTRO DE MICHEL HOUELLEBECQ'. No era tan terrible


CRÍTICA DE CINE

'El secuestro de Michel Houellebecq' (Guillaume Nicloux. Francia, 2014. 107 minutos)

Houellebecq es un escritor francés. Es probablemente el autor vivo más importante de este país. Profusamente premiado y aspirante cada año al Premio Nobel de Literatura. Además ejerce de provocador, ha sido acusado de islamófobo, amoral, misógino o reaccionario. Y él está contento en ese papel, en el lugar del enfant terrible adorado por los medios, que necesitan de fenómenos (el 'fenómeno Houellebecq' se dice en en el país vecino), cómo él. Sus libros obtienen éxito de lectores y de crítica, generalmente con razón.

Para añadir, en 2011 desapareció durante una semana en plena presentación de su última novela, 'El mapa y el territorio' (en la que curiosamente narra su propio secuestro), llegándose a especular con que hubiera sido secuestrado por Al-Qaeda. Él siempre ha dicho que se estropeó Internet.

Si se dice todo esto es para contextualizar la película que protagoniza Houellebecq, en la se interpreta a sí mismo y es secuestrado. Aquí empieza un primer problema para la recepción de este producto en España. Aquí, ni de lejos, se está al tanto de sus enfrentamientos mediáticos ni de sus declaraciones “políticamente incorrectas”, con lo que es más que probable que a la mayoría se le escape cierto encanto del personaje.

La película juega con la falsa realidad. Una primera parte se presenta como un falso documental, en el que el escritor habla con conocidos sobre la decoración de su casa, las obras del ayuntamiento o música. Luego viene una segunda parte que empieza con el secuestro y que engarza más con la autoficción. En ambos casos hay un cierto recuerdo, una cierta intención de evocar, a las primeras películas de Woody Allen de personaje frágil. Se queda en eso, un leve recuerdo.

Houellebecq es secuestrado en su casa por tres individuos y trasladado a una residencia a las afueras, donde vive uno de ellos con sus padres. Ellos solo son los que hacen el trabajo sucio, no se sabe quienes son los  secuestradores de verdad que, al igual que estos tres, no parecen muy profesionales.

Y son estos personajes, los secuestradores y los dos padres, lo mejor de la película. Un culturista, un luchador de una disciplina violenta y un gitano antiguo miembro del ejército israelí. Personajes que se atreven a hablar de literatura, de la fragilidad de las cosas, que llegan a ser tiernos con su secuestrado de la manera en la que pueden serlo unos tipos así, con la mirada, con un gesto duro. Junto a los padres aportan a la película ese tono de comedia del absurdo. Pero no es suficiente.

Houellebecq, que parece haberle cogido gusto a esto del cine y pronto participara en su tercera película, no deja de ser él mismo, sin aportar gran cosa, más que algún momento y muy lejos de su papel de provocador. Lo máximo que llega a decir es que Mozart está sobrevalorado y Suecia es fascista.

La fotografía, en tonos grises, pálidos, como si sólo estuviera grabando, es correcta, su labor es claramente secundaria. Como casi todo en esta película en la que parece que el objetivo es es destacar la figura del escritor, darle una oportunidad para su lucimiento. Ocasión brindada, que después de todo no termina de aprovechar, porque quizás, después de todo, no es tan terrible el enfant.

BENJAMÍN JIMÉNEZ

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