'MALDITO SEA EL HOMBRE QUE CONFÍA EN EL HOMBRE'. Angélica Liddell


 CRÍTICA LITERARIA

'Maldito sea el hombre que confía en el hombre'
Autora: Angélica Liddell
Editorial: Artezblai
Año 2011

Angélica Liddell no engaña. El lector ya sabe lo que le espera al abrir uno de sus libros. No será precisamente una lectura placentera ni cómoda. Liddell le colocará frente a un tribunal invisible y lanzará acusaciones duras de masticar, muchas con veneno, directas a su conciencia bienintencionada tan occidental. Nihilista y obsesivo, así se presenta ‘Maldito sea el hombre que confía en el hombre’, especie de poemario enciclopédico hispano-francés que ha publicado Artezblai y que ya se puso en escena en 2011 dentro del Otoño en Primavera de Madrid.

Aparecen en este texto fugaz, apenas 59 páginas, temas inherentes a la visceral concepción del mundo y del ser humano de Liddell, con base en la desesperanza y el odio. En esta obra alcanza especial virulencia la desconfianza, un recelo hacia el otro que ya nunca tendrá vuelta atrás. Hay tanto daño dentro que no hay redención posible. En el universo de Liddell el dolor viene causado por el egoísmo. Nadie da aunque sea muy poco a cambio de nada. Y una sensibilidad, por insignificante que sea, se resentirá y sufrirá. Y detrás no hay falta de sentimiento, sino todo lo contrario: “Y te aseguro que es necesario haber amado mucho, haber confiado mucho y haber llorado mucho para llegar hasta aquí”, escribe en la primera entrada de este diccionario tan particular. Más adelante se refiere específicamente al amor y es igual de contundente: “Hay gente que solo dice te quiero cuando puede obtener algo de grasa a cambio”.

No hay resquicio para la luz ni un posible atajo que disminuya el dolor. Quien tiene un pasado esconde cicatrices que, si todavía no lo hacen, en cualquier momento pueden sangrar. Y late de fondo de este texto una profunda animadversión hacia el concepto que se tiene de lo francés, de todo lo que irradia Francia. Se apela al costumbrismo, a la envidia vista desde España, tan profundamente arraigada, y se mira hacia atrás y se recuerda la época colonial y los desechos que dejó. Ya en la actualidad hay referencias al presidente de Francia como “campeón de la civilización”, ese tipo de personas que lideran sociedad de las que hay que desconfiar y que culmina en la entrada titulada ’14 de julio’: “Algún día nos pegaremos un tiro precioso delante de cualquier presidente de Francia”.

Polémico, no podía ser de otra forma, Angélica Liddell demuestra con este texto seguir, peldaño a peldaño, conformando una de las producciones más sólidas y coherentes entre los autores españoles contemporáneos, aunque tan poco, afortunadamente, tenga que ver con ellos. Voces como la suya, aunque hieran si se leen sin la venda puesta en los ojos y el corazón, son más necesarias que nunca.

RAFAEL GONZÁLEZ

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