'FILTH'. Navidades grotescas



CRÍTICA DE CINE

'Filth' (John S. Baird. Reino Unido, 2013. 97 minutos)

 Para Marina y John

La literatura de Irvine Welsh está plagada de excentricidades tóxicas y atrayentes para el lenguaje cinematográfico. No hay duda de que las adaptaciones tanto de su obra magna ‘Trainspotting’ como  de ‘Filth’ han conseguido traspasar esa visión devastadora de una serie de vidas y conseguir instalarse en el imaginario común. Ambos trabajos podrán ser más o menos significativos, pero no hay duda de que al escritor le han proporcionado una fama mayor de la que ya poseía.

‘Filth’ se centra en la desventurada vida del siempre excesivo detective Bruce Robertson –excéntrica y deliciosamente interpretado por James McAvoy- y sus ansias por conseguir el ascenso a cualquier precio. La destrucción del compañero, el abuso de poder, la mentira, la enajenación, la huida y el desenfreno son sus armas y si puede las emplea todas a la vez. Las enfermedades mentales y la comunión de dos mundos siempre tienen cabida en la literatura de Welsh.  Baird adapta y dirige el universo que plasma el escocés y lo consigue con tino. Su ritmo frenético agiliza con destreza los primeros cuarenta y cinco minutos de metraje. Todo sucede con diversión, arrojo y perturbación, a ritmo de villancico navideño, periodo en el que se ambienta. Las escenas sexuales –nunca demasiado explícitas- conviven con ese pasado que corroe la vida de ese detective que sabe golpear y destrozar con ahínco. Lo corrosivo se va tornando en humillante. El alcohol, las drogas, las putas, el sexo vejatorio, la traición y el robo son las bases de una historia en la que el pasado es el motor de todo. La angustia y el miedo se reflejan correctamente en ese dolor del que Bruce Robertson no logra huir.

Los recursos teatrales ofrecen confidencialidad  mediante sus confesiones a cámara. Baird opta por hacer cómplice al espectador de las desventuras corrosivas de este detective con ínfulas. El humor grotesco se va tornando en agresiva desventura de un destino oscuro y trágico. La segunda parte de la película evoluciona hacia la reiteración. Los excesos han dejado de ser divertidos y la fragilidad toma la delantera. El problema reside en que todo se transforma en previsible y los giros de la historia no tienen ese efecto devastador que parece proclamar. La acción se recrudece hasta el infierno que es el subsistir. La tristeza envuelta como nube que se desvanece sin remisión.

El ritmo de montaje y la iluminación acompañan muy bien. Plasmar los dos universos y que convivan con tanta naturalidad visual es un logro notable. Su ritmo es acertado, pero el decaimiento de la propia historia no consiguen que ‘Filth’ vaya más allá de una película  que se deja ver, divierte, pero cansa, aunque no en exceso porque no juega con una pretenciosidad vacía, sino que John S. Baird sabe qué se trae entre manos y le saca partido.

IVÁN CERDÁN BERMÚDEZ

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