'HONEYMOON'. ¿Quién eres?



CRÍTICA DE CINE

'Honeymoon' (Leigh Janiak. Estados Unidos, 2014. 87 minutos)

Todo instante de felicidad esconde un trallazo de oscuridad. ‘Honeymoon’ es el reverso lúgubre de uno de los momentos álgidos en el devenir de una pareja. Se refiere, como el título indica, a ese viaje que enciende la mecha a la vida en común de dos personas. Como todo ritual iniciático, tiene sus pautas, aunque se da por supuesto un mínimo de conocimiento mutuo para enfrentarse a esa nueva etapa que se abre.

Pequeña producción que ha significado el debut en la dirección de Leigh Janiak, 'Honeymoon' agradó en Sitges'14 con su sencilla puesta en escena, su guion mínimo y su cóctel de referencias de género que en ningún momento contagian su desarrollo. Película casi teatral, con un escenario icónico (cabaña de infancia perdida en el bosque), deslumbra por el sencillo mensaje que transmite y que tanto conecta con esta época actual en la que hasta las personas que se cree tener cerca pueden ser unas perfectas desconocidas. En este caso la directora y coguionista relaciona esta idea con la de matrimonio. La película pasa en un suspiro, aunque es en su parte inicial en la que se pone mayor esmero. Hay que reflejar lo que es una pareja joven, que se desea en lo sentimental y lo físico. Hay pasión, ganas de tocarse, sexo, piropos, confidencias, detalles que solo uno conoce del otro. Es una de esas parejas que funciona en la intimidad. Janiak gasta los minutos necesarios para mostrarnos esa compenetración. 

Con la iluminación adoptando un rol decisivo, ‘Honeymoon’ se va progresivamente oscureciendo, adquiriendo matices 'polanskianos'. Con calma, sin sobresaltos, se tiñe de un tono inquietante donde nada es lo que parecía. El trabajo de sus dos intérpretes es excepcional y a este factor  y a su más que evidente mensaje se aferra el filme, no hay más. Rose Leslie (‘Game of Thrones’) y Harry Treadway (‘Penny Dreadful’) cogen el punto a sus personajes y los acompañan con efectividad hacia donde la trama los arrastra. A su naufragio se asiste casi en estado hipnótico, un efecto que multiplica su valor simbólico. Desde ese plano hay que leer su leve acercamiento al fantástico, sin que eso suponga un obstáculo para su credibilidad. Hay que ver ‘Honeymoon’ desde otra óptica, a la inversa, más que como el inicio de algo hermoso, el final de algo que si sucede, debe estar bien fijado previamente.

RAFAEL GONZÁLEZ

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