'A QUÉ ESPERAN LOS MONOS'. Yasmina Khadra




CRÍTICA LITERARIA

'A qué esperan los monos'
Autor: Yasmina Khadra
Editorial: Alianza Ed.
Páginas: 368
Año: 2014


Ya fuera de Argelia, donde no está cómodo y se siente amenazado, Yasmina Khadra sigue afilando la navaja que una y otra vez clava en los males del país norteafricano. La mayor parte de su trayectoria literaria se centra en esa radiografía de Argelia, lugar maldito, con una población civil azotada desde tantos ángulos. Todo huele a podrido, se extrae de la obra de Khadra, con resquicios de dignidad. Su último título, ‘A qué esperan los monos’ solo refuerza esta idea. El escritor vuelve a hurgar en la especial idiosincrasia argelina que tantas veces ya reflejara, con una mafia instalada en el poder, una clase alta que se beneficia de las corruptelas estatales y un pueblo harto y que ha decidido que la mejor forma de resistir en cerrar los ojos. Así son los personajes de su nueva novela. ‘A qué esperan los monos’ es una novela negrísima, tanto en su núcleo central como en las vivencias íntimas de cada uno de los personajes que hay dentro. La trama arranca súbitamente, sin prólogos. Una joven aparece asesinada y pronto el crimen se relacionará con las altas esferas del país, los ‘rboba’, los llamados los señores de Argel, aquellos “que no morirán nunca”. El comisario Llob de la afamada ‘Trilogía de Argel’ se convierte en esta obra en una mujer de apariencia fuerte aunque de una infinita vulnerabilidad interior. La comisaria Nora y su mano derecha Zine, personajes ambos que arrastran brutales carencias emocionales, serán los encargados de resolver el crimen.

Con esos mimbres ‘A qué esperan los monos’ se pone en juego satisfactoriamente. Hay una rápida presentación de los personajes centrales, fácilmente identificables. La prosa de Khadra es tensa, atrapa al ser tan directa. Influye el hecho de pintar tan claramente una atmósfera tan opresiva, en este caso situada en las mejores barriadas de la capital de Argelia. Aparece así el Khadra que tan buenos instantes deparara en las mejores páginas de su trilogía argelina. Todo se va viniendo abajo cuando el autor desequilibra la narración y la visceralidad, cuando no los ajustes de cuenta personales, van apoderándose del relato. Tanta sucesión de desdichas personales, de acontecimientos tan sumamente oscuros, de personajes tan mezquinos y sin alma van pesando al lector y provocan un efecto contrario. Una grisura se apodera de la lectura y donde antes todo era fluidez se convierte en un lento goteo de páginas a la espera de otra situación desgraciada. El sentimiento se refuerza cuando incluso Khadra  se inmiscuye en el relato. No se nombra, pero no es demasiado complicado ver esa autorreferencia.

‘A qué esperan los monos’ se convierte así en algo diferente a la novela negra que presagiaba en los compases iniciales. La investigación y el crimen queda en un segundo plano y todo se centra en lanzar cada vez con mayor potencia los dardos. Lo único que trasciende es esa revancha con unas instancias oficiales a las que el autor no perdona. En ese sentido y para sorpresa su conclusión establece algún rayo de luz codificado bajo un ‘potente’ simbolismo sexual. La esperanza, así, puede ser posible.

RAFAEL GONZÁLEZ

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