'EN TERCERA PERSONA'. Melodrama perdido



CRÍTICA DE CINE

'En tercera persona' (Paul Haggis. Estados Unidos, 2014. 137 minutos)

Paul Haggis es un fenómeno muy curioso dentro del panorama cinematográfico. Su fama de guionista –adaptador fundamentalmente- le sirvió para adquirir un reconocimiento notable. Con Clint Eastwood trabajó y aunque no fue una relación de la que Haggis hable muy bien, sí le sirvió para adquirir notoriedad con títulos como ‘Millon Dollar Baby’ o ‘Cartas desde Iwo Jima’, y también con el resurgir de Bond en ‘Casino Royal’. A partir de ese instante se coló en la dirección y se constató su interés por el melodrama efectista. Con ‘Crash’ el reconocimiento le vino de inmediato. Conocida la fórmula tramposa de la lágrima fácil ha continuado por un sendero de falsas emociones, incluidos 'remakes', para llegar a la fallida ‘En tercera persona’.

No solo la película es larga, sino que todo lo que ofrece es vacuo. Son tres cortos unidos por la paternidad y la pérdida. Las culpas, los recelos, las infidelidades y las traiciones cobran un protagonismo que se antoja tan artificial como previsible. De las tres historias, la única que puede tener más sentido es la protagonizada por Liam Neeson, las demás quedan reducidas al tedio y a la insignificancia.

La infancia es la red que parece atrapar todo, pero que no es más que un reclamo para intentar apoderarse de la sensibilidad del espectador. Su dirección no es incorrecta ni mucho menos, pero poco aporta y eso que Haggis quiere dejar constancia de su sello con el empleo de ciertos planos cenitales que no logran conseguir nada que no sea apreciar los medios con los que han contado.

Curiosamente la historia de Olivia Wilde y Liam Neeson poseía atributos para formar algo con entidad por sí misma. Narra las desventuras de un escritor y una periodista de ‘sociedad’ con ínfulas de escritora. Toda esa pasión, dolor, miedo, fracaso y suites de por medio podría tener cabida y más con el fracaso de la creación como interesante motor. Liam Neeson es un actor más que notable y cambia de registro con una facilidad que engrandece cada trabajo. ¿Hasta qué punto está la creación por encima de la vida? Esa dualidad es la que proporciona vida y posible éxito al precio que sea.

La sinceridad siempre proporciona dolor y en esta ocasión, Haggis la emplea para que su película se transforme en un melodrama repleto de un fatalismo irónico y pésimamente ensamblado. Las historias protagonizadas por Adrien Brody y Mila Kunis son un tratado de telenovela –en el mal sentido- tristemente esbozada y peor desarrollada.

Los elementos técnicos que acompañan a la película son notabilísimos, pero el cine no es solo factura, es mucho más, y Paul Haggis está muy lejos de conseguirlo, por el momento.

IVÁN CERDÁN BERMÚDEZ

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