'SIEMPRE ALICE'. Borrando la vida



CRÍTICA DE CINE

'Siempre Alice' (R. Glatzer y W. Westmoreland. Estados Unidos, 2014. 101 minutos)

Julianne Moore es una actriz fascinante. ‘Siempre Alice’ le debe un todo para que la película opte a galardones. Su forma de dar vida a esa mujer consciente de su descomposición es espeluznante. Hay que prestar atención a su mirada, a su huida, a su pérdida de vida siendo ella y siendo consciente de que no queda más que la resignación. Ese dolor –que encima resulta ser genético- acompañado de sentimiento de culpa –ella es la madre- es reflejado con todo tipo de detalles. Los diálogos con su hija pequeña son muy interesantes y sirven para descubrir ciertos matices de Kristen Stewart que la alejan, aunque no del todo, de la saga de vampiros y hombres lobos. El diálogo final es pura poesía y ambas actrices se muestran sobresalientes, pero esa mirada de Moore ya merece cualquier tipo de recompensa.

Por lo demás la película juega a ser todos los tópicos posibles. Desde el minuto uno se conoce ya lo que va a suceder. Los rasgos del melodrama abundan desde el principio. No hay interés en nada de lo que sucede que no sea cada acción de Julianne Moore, lo demás no tiene relevancia alguna. Apelar a la moralidad es un sucio truco que se emplea en la industria norteamericana y que les funciona, eso ya es suficiente recompensa. Los personajes secundarios son comparsas que o bien agudizan el dolor o juegan a la familia comprensiva. El marido interpretado por Alec Baldwin termina por ser nada en la historia, y su personaje no avanza ni se explica.

La dirección compartida es funcional y no entorpece, aunque no aporta sutileza a una historia que se ve, no sorprende y no molesta pero se hace pesada porque todo está ya dicho desde el inicio. Lástima de los trucos efectistas porque tampoco aportan gran cosa a esta película que todo lo debe a la entrega de esa deliciosa actriz que es Julianne Moore.

IVÁN CERDÁN BERMÚDEZ

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