'EL IMPERIO DE YEGOROV'. Manuel Moyano




CRÍTICA LITERARIA

'El imperio de Yegorov'
Autor: Manuel Moyano
Editorial: Anagrama
Páginas: 187




ESA CRUEL INMORTALIDAD

El último finalista del Premio Herralde de Novela ha sido Manuel Moyano, que ha construido una historia no exenta de referencias pero que posee fuerza y dinamismo. Los ecos a Bolaño –si se quiere a Cervantes también- están en la estructura misma. Un título como ‘Los detectives salvajes’ puede ser una referencia en lo que a forma se refiere, jamás en contenido. El tiempo, ese enemigo que condena el momento, se vuelve el absoluto protagonista en esta novela coral. Pese a la afluencia masiva de personajes, nunca el lector se siente perdido. Moyano utiliza con inteligencia las múltiples voces narrativas para componer un relato en el que el amor, el espionaje, la mentira, la muerte, el miedo, el narcisismo y la avaricia cabalgan de la mano obteniendo el mismo protagonismo en diferentes instantes. 

La idea de la inmortalidad es algo recurrente, aunque no siempre se escogen buenas maneras de llevarlo a cabo. En ciertos momentos, la historia planteada por Manuel Moyano puede llevarnos a la novela de Alan Glynn, ‘Sin límites’, con ciertas particularidades, del mismo modo que a ‘El cuerpo’ de Hanif Kuereishi.  En esta ocasión no se trata de invadir cuerpos ajenos, sino que es el hallazgo de la respuesta a la búsqueda incansable de vencer las leyes naturales. Moyano integra una ciencia ficción muy controlada y la mezcla con el espionaje industrial y los impulsos más oscuros. Por momentos, los paralelismos con ‘Las intermitencias de la muerte’ de Saramago tienen su encaje, aunque Moyano sabe tener una voz propia. 

Uno de los aciertos que posee la novela es el ingenio o destreza que ha mostrado el autor a la hora de dar cabida a múltiples formas narrativas para que la historia no caiga en bucle. El juego de la notoriedad y la vanidad por momentos parece refugiarse en Dorian Gray, siempre con cierta sorna. Jugar a vencer a la biología es una estratagema que entraña sus riesgos. Los personajes se desvanecen y el tiempo avanza y viaja con los diferentes puntos de vista que guían a un lector que transita por los anhelos de gran parte de la población. Moyano fabula y ese futuro se parece en ocasiones a esa realidad que ve la luz en los diarios. Extrapolarla no resulta carente de sentido y las explicaciones son verosímiles sin tener que dotar a la narración de farragosas explicaciones técnicas. Lástima que ese buen planteamiento pierda fuelle hacia el final de la historia. Es posible que el hecho de terminarla de un modo tan perfecto consiga que el engranaje de la novela se vea perjudicada en su valoración final.

‘El imperio de Yegorov’ es un texto muy curioso que muy posiblemente sea llevado al cine o a la televisión porque la originalidad de Moyano en sus disertaciones no debe pasar desapercibida en una época en la que la televisión carece de historias.

IVÁN CERDÁN BERMÚDEZ

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