'LUTHER'. Idris Elba es el camino



CRÍTICA DE SERIE 

'Luther' (Temporadas 1, 2 y 3)

Un personaje como John Luther es tan fascinante, brutal  y atrayente que ya se tiene conseguido un amplio recorrido en la búsqueda del reconocimiento de la serie. Si a eso se le suma que sea Idris Elba su protagonista el éxito es una realidad. El género negro tiene muchos vericuetos extraños y casi todos ellos resultan agradables. La reinvención continua del género tiene un sinfín de matices por los que renace. En el caso de ‘Luther’ combina a la perfección sus influencias y no es extraño encontrar en el portentoso detective rasgos inherentes a Sherlock Holmes, Colombo o Marlowe. La pericia de su creador, Neil Cross, es haberlos sabido contrastar y conseguir un personaje con entidad. Muy por encima de la trama global de cada temporada, se centra en la evolución de John Luther. El aspecto intimista de la primera temporada –la mejor dirigida visualmente- evoluciona a unos aspectos más generalistas en la segunda para retornar a esa introspección en la tercera. 

La agresividad del personaje se va limando a base de golpes. Su entrega emocional y sentimental va unida a su plena dedicación a un trabajo que consume su vida pero al que no puede dejar de lado. Idris Elba ofrece lecciones magistrales en cada capítulo. Desde sus andares,  sus miradas, y su voz, pasando por sus reacciones, hacen que se le busque en cada minuto del capítulo para descubrir cuál será su siguiente paso.

El notable acierto en la elección del reparto es excepcional. Los secundarios están a la altura y no hay nadie que desentone en esa avalancha de tortura y dolor.  Mención especial merece la sensual Ruth Wilson. Sus apariciones dotan a la serie de vida. Su ausencia en la segunda temporada lastra los acontecimientos. Encontrar a una actriz que aguante el asalto combativo con Elba no es sencillo y ella lo consigue. La extraña pareja que conforman es un hallazgo. Siempre pasa algo, su comunicación y empatía es tan interesante que el espectador asiste a un duelo similar al de una partida de ajedrez o del Oeste. La estrategia es siempre una constante, avanzar un paso por delante del otro, protegerle, amarle, respetarle. Es una relación que no podría catalogarse con un nombre, de ahí que sea hechizante.

El aspecto más flojo de ‘Luther’ son las rápidas resoluciones de muchos de los casos. La intuición del detective se acepta, pero hay situaciones en la que resulta demasiado precipitada. Ese elemento y cierta moralidad en el capítulo final de la tercera temporada consiguen que la serie no llegue a ser lo perfecta que podría haber sido. El ritmo de los capítulos es trepidante y siempre se respeta una estructura que no es tramposa más que en contadas ocasiones. Su dinamismo es directamente proporcional a la evolución de un personaje que no busca otra cosa más que la de encontrarse entre tanta desgracia y dolor. 

Tras esos ligeros puntos suspensivos que puede tener la segunda temporada, y más si se tiene en cuenta la brillantez de la primera, en la tercera todo se enuncia de un modo fantástico con ese asesino que solo mata delincuentes, pero nuevamente cierta moralidad se cierne sobre la serie y ese personaje termina por no ser consecuente con lo que se enuncia y sus propósitos caen en una nada que solo consiguen salvar Luther y Alice. Aún así, el sabor agridulce perdura. 

Se ha anunciado una cuarta temporada, es lo más justo y más con ese origen novelístico creado por Neil Cross. Larga vida a John Luther. 

IVÁN CERDÁN BERMÚDEZ

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