'LOS VIEJOS AMIGOS'. Las heridas que no cura el tiempo




CRÍTICA LITERARIA

'Los viejos amigos'
Autor: Rafael Chirbes
Editorial: Anagrama
Año: 2003
Páginas: 221



Todo arranca en una cena en un restaurante elegante de Madrid, a la que acuden lo que en principio parecen unos buenos viejos amigos de la juventud que gozan en su mayoría de una buena posición económica y social. El motivo de la reunión es la conmemoración de una fecha: la de una derrota, la del momento en que renunciaron a la revolución, a la poesía y al amor, y sobre todo una derrota de su proyecto como grupo, lo que ha convertido esa cena en una noche para pasar revista a los viejos amigos convertidos en cadáveres, para comprobar que ni siquiera después de tantos años han podido reducir el hastío que se tienen unos a otros. 

'Los viejos amigos', sexta novela de Rafael Chirbes, por la que ha recibido el Premio Cálamo “Libro del Año 2003”, continúa el camino desarrollado en sus anteriores trabajos en los que ofrece una visión narrativa de los últimos setenta años de la historia de España. En este caso el lector se encuentra ante el desmoronamiento moral y ético de la generación que vivió los últimos años de la dictadura.

Es una novela donde desfilan una serie de personajes desencantados y derrotados que al enfrentarse a sus viejos camaradas se enfrentan a su vez a su pasado y a la confrontación de este con el presente. Este desencanto se muestra en la novela a través de una polifonía de narradores, algunos de los viejos camaradas, que en primera persona y a modo de capítulos, va combinando las sensaciones que produce en cada uno de ellos, los hechos de la cena con los recuerdos de su pasado revolucionario.
        
Recuerdos de una vida que, a modo fragmentario y través de las voces de diversos personajes, vienen a resumir la historia de una parte de la generación española que, en los últimos años del franquismo, intentaron desde la universidad transformar la sociedad incluso con la lucha armada y la violencia, pero también mediante la poesía y una nueva concepción de las relaciones humanas, un intento del que pronto se darían cuenta de su imposibilidad y al que renunciarían iniciando una carrera para salvar los muebles, en lo que supone una visión ácida y desencantada de lo que fue la transición española.

Recuerdos de una juventud que vistos ahora por los personajes evocan una frase que aparece en una pintura florentina de Massaccio:”Eres lo que yo fui una vez y serás lo que yo soy ahora” que utiliza uno de los personajes para uno de sus trabajos sobre los bodegones barrocos refiriéndose a aquello que estando en la madurez ya comienza a pudrirse. Frase utilizada por el único personaje de la novela, la única vieja camarada, Elisa, que al haber muerto relativamente joven no se le puede aplicar esta sentencia. Es la única que aunque tampoco pudo cumplir sus expectativas e ilusiones al menos no las traicionó.

Pero 'Los viejos amigos' es mucho más que una novela que pone en duda  la versión de una transición democrática modélica y que expone la actitud cínica, cuando no de aprovechamiento, de aquellos que fueron una parte de sus protagonistas activos, una historia de su fracaso personal y colectivo. Es una novela sin concesiones, que necesita de unos lectores para nada condescendientes, un lector dispuesto a aguantar los sucesivos embates que se le lanzan desde las páginas y que continuamente le invitan a cerrar el libro ante lo poco tranquilizador que se le propone acerca de la existencia humana, de la incapacidad de sus protagonistas para dirigir sus vidas más allá de sus discursos grandilocuentes y su billetera llena.

Chirbes logra unir perfectamente los discursos de los distintos personajes, que al estar en primera persona acentúan aún más el distanciamiento, la soledad de los protagonistas y dan una visión particular de cada uno de ellos, que aunque siendo en muchos casos contradictoria, resume en general  una mirada unitaria de fracaso, de derrumbe y de capitulación ante el ejército enemigo.

Además de estas visiones múltiples, la novela entrelaza estos recuerdos del pasado con los diálogos del presente que se dan durante la cena, una narración repleta de referencias a hechos contemporáneos que acercan más aún al lector a estos personajes y que resaltan y hacen más latente el contraste entre lo que pretendían ser los comensales a principios de los años setenta y en lo que se han convertido. Logra también el autor relacionar y entrelazar los discursos de los asistentes a la cena con aquellos que por distintos motivos han rechazado acudir a la conmemoración de la derrota.

Este entrelazar no solo los distintos recuerdos de los personajes, sino también de los distintos planos de la novela, a los que habría que añadir una narración en tercera persona sobre Elisa, permite al lector una visión más completa de los personajes a partir de sus reflexiones y de las que hacen sobre ellos los demás. Se ponen en contradicción de esta manera sus discursos y salen a la superficie sus miserias. Personajes además que no solo cuentan con una voz y un razonamiento propio, están dotados a su vez de un estilo propio, de una forma de narrar propia que les hace reconocibles y les diferencia ante los demás.

Se puede reprochar a Chirbes que al insistir continuamente en este planteamiento sin concesiones sobre el desencanto y la culpa su continúa reiteración. El que no haya cabida a las voces de los personajes que durante la cena se intuyen como triunfadores, o al menos más cínicos, puede hacer que la novela resulte un poco repetitiva y que pierda por momentos su eficacia sobre todo al final de la novela.

Este defecto, sin embargo, no ha de ensombrecer lo que es una gran novela en la que Chirbes consigue, mediante unos discursos fragmentarios y aparentemente inconexos entre sí retratar el fracaso moral y espiritual de un grupo de amigos  a los que el paso del tiempo no ha permitido cicatrizar las heridas, todo ello a través de unos personajes a los que si tal vez se les puede reprochar la existencia de ciertas lagunas no justificadas en sus biografías, sí están dotados con una voz propia. Una novela que el lector, si no renuncia a enfrentarse a ella, terminará agradeciéndolo.

BENJAMÍN JIMÉNEZ

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