'LEJOS DE LOS HOMBRES'. Camus, siempre



CRÍTICA DE CINE

'Lejos de los hombres' (David Oelhoffen. Francia, 2014. 101 minutos)

Contemplativa, de transparente introspección y raíces camusianas,  aquellas que nunca envejecen, ‘Lejos de los hombres’ equilibra tensiones mayúsculas a nivel externo e interno. De las primeras habla el contexto en el que sitúa este largometraje, el último aliento de la colonización francesa en Argelia. A nivel individual el peso de la historia recae en Daru, el complejo personaje al que da vida Viggo Mortensen, un maestro que imparte clase en un lugar aislado del inacabable desierto de piedras argelino. El actor está en su salsa en este papel introspectivo. Lo trabaja desde dentro, prueba su habilidad con los idiomas y se pone enfrente a otro intérprete colosal, Reda Kateb, visto recientemente en ‘Hipócrates’. 

La raíz de ‘Lejos de los hombres’ hay que encontarla en esa Francia que chupó todo lo que pudo de su colonia del norte de África. Y Argelia no se reprimió al responder. En medio se quedaron miles de habitantes del lugar como el protagonista, nacido en Argelia de padres españoles, emigrantes. Ha vivido toda su vida allí y con la revuelta se ve fuera de sitio, sin ser admitido ni querer formar parte de ninguna de las partes en litigio. La explosión emocional y física que se vive fuera empieza a afectarle cuando se ve en la tesitura de compartir trayecto con un local acusado de asesinato. Arranca así un viaje por el desierto, una ‘road’ movie a pie sin apenas diálogos y sostenida por las miradas, la fotografía y, fundamentalmente, el choque, distancia y cercanía entre dos culturas ni tan distintas ni tan parecidas. 

Hay ecos a los westerns de primera fila del cine estadounidense, privilegio de esos paisajes casi lunáticos, y un afinado toque político deudor de filmes como ‘Days of glory’, de Rachid Bouchareb. David Oelhoffen equilibra los dos extremos en pugna a la perfección, con rigor, como demuestra la magnífica secuencia del encuentro entre una patrulla francesa y rebeldes argelinos. Allí Daru sentirá más que nunca el peso de no saber a qué lugar pertenece. Aunque quizá le falta apuntalar más el sentido de culpa francés, que todavía perdura (‘Caché’, de Michel Haneke), ‘Lejos de los hombres’ es impecable en este aspecto. Tiene rigor, debido a la garantía de que el guion parta de un pequeño relato de Albert Camus, ‘El invitado’. Con semejante material, nacido de la pluma de todo un referente ético, moral y de interpretar el mundo y entender al ser humano, Oelhoffen se maneja con pericia. Sabe exprimir el espíritu del relato original y ensancharlo y darle su toque personal, sin caer en las buenas intenciones ni en lo maniqueo. El resultado es una película muy digna, bien interpretada y con mucha más profundidad de la que aparenta el escenario, vacío, desolador, condenadamente repetitivo, en el que se desarrolla. 

RAFAEL GONZÁLEZ

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