'YOUTH'. Contemplación, vida, muerte y relajación


CRÍTICA DE CINE

'Youth' (Paolo Sorrentino. Italia, 2015. 118 minutos)

Tras la arrebatadora, cínica, brillante, agresiva y petulante ‘La gran belleza’ (2013), Paolo Sorrentino se enfrentaba a un reto que podría ser devastador en cualquiera de los sentidos. Para ello ha huido creativamente de esa Italia que conoce a la perfección para continuar su andadura por la tercera edad. Con ‘Youth’ ofrece un salto cualitativo en la edad para ahondar en el paso del tiempo cuando ya parece que nada puede hacerse.

La existencia cercana al momento del ocaso. El crepúsculo en toda su realidad sin disimular la agonía, pero sin hacer hincapié en ella. Sorrentino sitúa la acción en un majestuoso hotel de Los Alpes. Todo el enclave idílico contrasta con ese aparente tumulto interior que padecen los dos protagonistas: Fred, director de orquesta retirado, y Mick, guionista y director en activo. La vejez en su esplendor es llevada por Sorrentino con mucho humor y amor hacia aquellos instantes sin retorno.

Hacer lo correcto, asumir la vida en su totalidad, contemplarla sin agachar la cabeza. Encajar la decepción, jugar a la vitalidad, asumir el dolor ajeno. La derrota emocional. Seguir el camino vital sin cuestionarse nada. La mentira, la traición, el daño causado y la falta de excusas ante el mismo. Hay una premisa que reina en la película y que bien podría haber escrito Janne Teller: “se puede sobrevivir a lo que le hacen a uno, pero no a lo que uno hace a los demás”. Esta premisa puede ser la que mueva a Fred. El dolor por el pasado, ya asumido, le sume en una determinación consecuente en su propuesta vital. Estas intenciones contrastan con su amigo Mick, para el que la vida es un objetivo palpable, necesario y en continua evolución. Filmar la belleza paisajista y corporal es una habilidad que Sorrentino posee y que siempre muestra en todo su contorno y entorno. Vejez frente a juventud se filman con precisión y sin disimulo alguno. Muestra la desnudez del cuerpo y al ser humano frente a ella. Todo se enmarca en ese paraje idílico. El lado contemplativo de Paolo Sorrentino adquiere en ‘Youth’ una dimensión muy diferente a la de títulos anteriores. El modo en el que observa cada personaje permite intuir ese anhelo vital que existe. 

La historia –como viene siendo común en el director– siempre está narrada desde una perspectiva esnob, pero no hay que quedarse en la apariencia formal. El hecho de contrastar a dos personajes creativos frente a frente ayuda a extrapolar lo que se pretende contar. ¿Es fácil asumir que se está llegando a los últimos momentos de la vida? La historia se va completando con una curiosa galería de personajes, que acompañan en su peregrinaje de baños y masajes a los dos protagonistas, como el actor en busca de la esencia de su siguiente papel. Resulta curioso el extraño paralelismo que posee la actitud del actor con el protagonista de ‘Birdman’ (2014). El éxito de un personaje pasado –un robot– le condena a que no se le reconozca en otros papeles de una supuesta entidad superior. El lado irónico de Sorrentino se  materializa en la mordaz conversación del actor con Miss Universo, otro de los personajes que transitan mostrando su desnudez y agudeza para que nada sea lo que aparenta. Dentro de todas esas frases brillantes para la galería, Sorrentino cae en el error de filmar niños extremadamente agudos e inteligentes, que desarman nuevamente al actor. La hija de Mick, a la par que asistente, da vida a esa mujer que es herida en un aspecto en el que no existe mayor consuelo que el tiempo. El hecho de que sea la nuera de Fred, y que su fracaso y aparente humillación en el adiós de su matrimonio esté muy ligada con ciertos acontecimientos sexuales, consigue varios instantes muy divertidos y acertados. 

Sorrentino afronta el desencanto de una manera complementaria a la realizada en películas anteriores. La estructura tiene constantes altibajos, pero su potente mensaje los salva. De un modo sutil, se refleja esa dualidad determinante entre la esperanza y la desesperanza. Esperar a que todo se termine o esculpir el tiempo hasta que este ya no dé más de sí. Los personajes se enfrentan a sí mismos en unas vacaciones en las que lo establecido o lo que debe ser cae y vira hacia otro lugar. Se trata de una película en continuo movimiento interno. Este movimiento es posible gracias a la perfecta dupla protagonista: Fred Ballinger (Michael Caine) y Mick Boyle (Harvey Keitel). Sus diálogos son brillantes –a la par que divertidos–  en sus posiciones enfrentadas. Asumen lo que fueron, el daño que causaron y lo poco que les puede quedar. Resulta embriagadora la escena en la que los consuegros se encuentran en la piscina y contemplan la belleza del cuerpo desnudo. No existe un claro conformismo, de ahí que desde el respeto siempre, ambos posicionamientos vitales se complementen y se alternen. Nada está establecido, todo cambia, incluso el ímpetu y la aparente firmeza emocional.

La aparición del personaje interpretado por Jane Fonda es determinante en su crudeza. Representa la traición a modo de desdén olvidando aquel tiempo en el que los roles fueron a la inversa. La escena del reencuentro del director con quien fue/es su musa, es tan sombría y cruel que suma un punto de amargura a todo el aparente idilio fílmico mostrado. El desencadenante que el encuentro conlleva es excesivamente distante en cuanto a la realización. La frialdad de la escena no tiene una cabida real en lo establecido. Esa decisión trae otras más carnales e interesantes. ¿Mereció la pena vivir entregado a uno mismo? El idealismo de los proyectos, el trabajar para sí mismo, el descuido emocional con la familia y el arrepentimiento. ¿Cuál es el resultado? ¿La distancia ofrece consuelo? La perspectiva desde la lejanía siempre es engañosa. Sorrentino indaga en un tema crucial que a su vez puede ser el motor de ese encadenado climático de imágenes que propone: aceptarse en esa perspectiva. ¿Tiene utilidad alguna la culpa?  

‘Youth’ es una película articulada en torno a dos amigos que miran su vejez y se ríen con ella de lo que son en el presente. El humor es crucial para no transformarse en ese melodrama que siempre está, pero que no secuestra la emoción de los instantes. No hay duda, el mejor Sorrentino es aquel que tiene a Italia como telón de fondo. Su agudeza y brillantez tienen más incisión en títulos como ‘Il divo’ (2008) o ‘La gran belleza’ (2013) que en ‘Un lugar para quedarse’ (2011) o ‘Youth’ (2015). Su dirección es elegante y no duda en ser excesiva para mostrar su condición de voyeur de los encantos que posee ese paraíso con toques venenosos. Faltan ligeros instantes de crueldad visual para que acompañen a lo estructurado en el guion. Ocurre algo similar con la fotografía de Luca Bigazzi. Su perfección queda sin elementos humanos para dotarla de esas arrugas vitales que posee una historia plagada de claroscuros que se disimulan con una exuberante iluminación.

‘Youth’ es una curiosa mezcla de alegoría y amargura, con tintes de humor entremezclados con instantes de desolación. No falta ese Hitler atemporal, ese Maradona envuelto en grasas, puros y un tatuaje de Marx en su espalda. o el renacimiento de uno mismo en donde pensaba quedarse estancado. Todo es una adaptación pictórica del ‘Jardín de las delicias’ del Bosco con unos inmensos Paul Dano, Michael Caine y Harvey Keitel. Sorrentino vuelve a jugar con esa llaga sangrante y sale ileso. 

IVÁN CERDÁN BERMÚDEZ

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