CRÍTICA DE CINE
'Carol' (Tood Haynes. Reino Unido, 2015. 118 minutos)
'Brooklyn' (John Crowley. Irlanda, 2015. 115 minutos)
Resulta curioso esta coincidencia
de dos melodramas al más puro estilo, ambos situados en los años 50 y
con ciertos paralelismos en cuanto al afán por descubrir y asumir novedades.
‘Carol’ es un melodrama eficaz.
La sutileza de los gestos unidos al fervor por las maquetas de trenes es un
comienzo alentador. Los sueños, las miradas y el misterio son las armas que
guían una historia que está bien dirigida por un Todd Haynes que regresa a los
años 50 a romper los estrictos convencionalismos sociales en cuestión de sexo,
como ya hiciese en ‘Lejos del cielo’ (2002). Divorcios, custodia, acusaciones,
desvelos, dudas, entrega y miedo a reconocerse. El despertar de esa joven
perdida de sí misma se mezcla con el arrojo de una mujer que sí sabe con aplomo lo que quiere. Esas
ambigüedades sexuales que marcan el ritmo de la narración tienen una sólida
base en la novela de Patricia Highsmith.
La historia avanza para terminar
transformándose en una road movie de
nostalgias perdidas y un anhelo de libertad a toda costa. La mentira y el deseo
de hacer daño impiden que todo avance según los deseos de unas protagonistas
que se asfixian en esas normas sociales tan hirientes. ‘Carol’ se sostiene fundamentalmente por las
interpretaciones de Cate Blanchett y Sarah Paulson. Ambos trabajos son sobresalientes. No sucede lo mismo con Rooney Mara, que aunque no es incorrecta su interpretación, las particularidades
que ofrece la actriz son siempre similares y no parece tener un amplio
registro. Esto resta fuerza a un papel tan complicado como rico en recompensa.
‘Carol’ en su propuesta turbadora no llega a resultar todo lo embriagadora que
podría haber sido.
‘Brooklyn’ parte de la poderosa pluma
de Colm Toibin, pero su resultado no
tiene la fuerza necesaria para aportar algo que ofrezca matices diferentes a
los ya visto en otras producciones de temática similar. Lo deslumbrante que
tiene la propuesta es la interpretación de Saoirse Roman. Su evolución a lo largo de la historia es lo determinante para que
la película mantenga su interés. Historia de búsquedas en las que el propio ser
es la finalidad de la misma. Todo está concebido de un modo clásico y la
iluminación es demasiado artificial para tener empaque. El despertar de Eilis es algo que sí está
bien reflejado –conviene insistir en el trabajo de su protagonista- y siempre
es coherente en su planteamiento.
Ese provincianismo irlandés
coincide con las dudas y los secretos que la protagonista lleva consigo. Quedan
esbozados ciertos elementos como los anhelos de una doble vida, las dudas, los
deseos, los chantajes, las decisiones…
que no terminan de arrancar. Lo correcto es lo que prima en la propuesta
para terminar por ser una historia bonita con final feliz. Algo demasiado
ramplón para tener origen en la cabeza de Toibin.
IVÁN CERDÁN BERMÚDEZ
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