'LA MUERTE INVISIBLE'. Pasó en Chernobil


CRÍTICA LITERARIA

'La muerte invisible'
Autor: Alberto Pasamontes
Editorial: Reino de Cordelia
Páginas: 192
XVIII Premio Francisco García Pavón

Es una creencia compartida el oscurantismo que se generó tras lo sucedido en la central nuclear de Chernobil en 1986. La prosa investigadora de la último Premio Nobel de Literatura, Svetlana Aleksievich, incursiones en el formato documental y algún acercamiento cinematográfico con tino han venido arrojando algo de luz a una de las catástrofes más llamativas del siglo XX. Chernobil lo tenía todo y en generosas cantidades: energía nuclear, Unión Soviética, comunismo agónico, tramas conspiratorias, civiles ajenos a la tragedia, KGB, la presidencia de Gorbachov, la intensidad de la Guerra Fría. Satélites que orbitaban sobre el que fue calificado en aquellos días de hace treinta años el lugar más peligroso sobre el planeta. 

“Mira mamá, parece que se ha caído una estrella fugaz” (pág. 42) La visión que sobre el suceso da Alberto Pasamontes es desde el interior. Lleva el sello de novela policíaca, pero más que una investigación criminal es una descripción minuciosa desde la ficción de lo que pudo pasar aquellos días. La suya es una recreación del infierno en la tierra en primera persona, la de un policía en horas bajas que acaba de aterrizar en la ciudad de Pripyat. La acción se condensa en los cuatro días que pasa allí, desde que llega hasta las consecuencias del escape nuclear. Al protagonista lo definen sus actos, aunque se filtran noticias de su pasado y solo esos sueños que le atormentan parecen una licencia narrativa en la configuración que Pasamontes hace de él. 

El escritor lleva la trama con pulso y firmeza. Se percibe el trabajo de fondo y la rigurosidad en lo prolijo de los detalles que se dan sobre la población de Pripyat y, sobre todo, de las características de la central nuclear. Hay horas de trabajo detrás que ayudan a construir una historia sólida, accesible pese a su complejidad temática y agarrada a la realidad, como se encarga de confirmar un epílogo informativo que se agradece. La prosa es así casi por entero descriptiva, lo que por otro lado le hace incurrir al autor en uno de esos problemas que a veces se dan cuando se opta por tal estrategia. La acción en ocasiones se atranca cuando la historia pide más nervio y la descripción la ralentiza, aunque sea de una minuciosidad y elegancia destacable, incluso en los peores trances, como los detalles de las consecuencias padecidas por los afectados por altas dosis de radiación. 

Pasamontes ha escrito una novela que satisfacerá a aquellos que disfruten de una prosa cuidada y bien pulida, frase a frase, y que puede servir de introducción idónea a aquel que desconozca lo ocurrido en Chernobil. Los que ya tengan datos por otras vías, verán que no cuenta nada nuevo y que, en la esfera de lo ficcional, se limita a recrear sobre posibilidades reales, sin que la trama depare grandes misterios ni sorpresas. 

RAFAEL GONZÁLEZ

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