CRÍTICA DE CINE
‘ONE MORE TIME WITH FEELING’ ( Andrew Dominik, Australia. 112 minutos)
El profundo y agresivo dolor que provoca el fallecimiento de un hijo, unido a una catarsis creativa, da origen a este documental tan emotivo como contundente. El acercamiento al género de Nick Cave ya tuvo con ‘20.000 días en la tierra’ (2014) una perfecta muestra de lo que el músico podía llegar a ser capaz fuera de lo que debe considerarse su campo por excelencia −por mucho que sea multidisciplinar−. En ‘One More Time with Feeling’ existen ciertos paralelismos con el mencionado documental, como puede ser la grabación de un nuevo disco, pero el planteamiento creativo se encuentra a años luz. Partiendo del propio Cave, puede observarse que toda esa energía entusiasta se ha transformado para convertirle en un creador frágil, angustiado y con miedo. La edad, los errores y esa lucha continua contra la previsibilidad creativa. ¿Cómo se enfrenta ese pianista a la nota que ya sabe cómo va a sonar? Sobre Cave revolotea cierto agotamiento intelectual y el terror ante una voz quebrada e infectada por el miedo a su posible ausencia.
La propuesta de Andrew Dominik es magnífica. La habilidad cinematográfica con la que consigue afrontar un producto diferente es alentadora y alecciona a un espectador que asiste a un viaje sin consuelo. ¿Qué es lo que ve reflejado todo un Nick Cave en el espejo? Apenas se reconoce. Resuenan ecos de aquel poema titulado ‘Espejo’ de José Hierro incluido en ‘Cuaderno de Nueva York’.
El blanco y negro como elección es otro acierto sustancial. La fotografía es prodigiosa y se impregna de ese halo en el que habita lo que se narra. Toda esa melancolía que emana de cada plano nunca resulta excesiva y consigue que la textura enamore y tiña cada fotograma de esa cotidianidad elaborada y planificada. Los momentos en los que el color se apodera de la imagen son breves, pero nunca están condicionados por una decisión sin meditar. Rompen ese instante anímico sin que por ello se salten la coherencia propuesta. El rodaje se realizó en diez días, pero esto no puede llevar a equívoco alguno. No hay atisbo de improvisación, más allá de la planificada − valga el oxímoron−, como es natural. El trabajo, oficio, creatividad y planificación que han demostrado Dominik y su equipo es portentoso.
¿Cómo filmar lo inconsolable? La idea de mezclar ese dolor íntimo, real, palpable ofrece consuelo al ser combinado con todo ese enjambre de artificio que es el cine. Se ven los travelling, se explica lo que se va a filmar y nunca se oculta ese engaño cinematográfico. La pantalla se divide en dos. Se aprecia el desenfoque, la pregunta, la duda, la respuesta, lo que se debería preguntar; el trayecto en coche, el paseo por el estudio, la preparación de un plano o la mejora de una canción; el miedo a no haber cantado lo suficiente antes de ponerse a grabar, la inseguridad de ese tótem escénico que es el cantante australiano. Esta idea consigue que el proyecto no se asfixie en un dolor por esa pérdida irremplazable. La premisa era clara. Por un lado, el director iba a trabajar libremente grabando todo aquello que considerase relevante y, por otro, Cave, eliminaría lo que le pareciese pertinente en el montaje. El empleo de la voz en off del propio Cave enfrentándose a sí mismo, a lo que fue, a lo que es y a lo que no sabe si será llega a ser espeluznante.
El documental no deja de crecer y de afianzarse. Pese a tratar con una materia tan escabrosa, no se regodea en la melancolía. La ironía, la comedia y la sonrisa son los elementos que consiguen que ‘One More Time with Feeling’ sea un producto tan diferente a lo apreciado hasta el momento. Un proyecto en el que la mujer de Cave, Susie Bick, y el hermano del fallecido se enfrentan a la cámara, se retratan, hablan, evocan y se ríen. Cave y su familia hablando de ellos sin que por este motivo se distorsione su intimidad. La cámara se mueve con fluidez llegando a acariciar diversas situaciones sin alcanzar una notoriedad innecesaria.
El hijo fallecido, Arthur, es ese personaje que siempre está, pero su presencia comienza a cobrar forma hacia el final del documental. El planteamiento de Dominik es muy inteligente porque siempre consigue que esté presente sin que se convierta en algo demasiado doloroso. Eso habría condenado la cinta a una tristeza inabarcable tanto para el propio Cave −que bastante tendrá junto a su familia− como para el espectador. ¿Cómo hablar de ese cuadro enmarcado en negro, pintado por el propio Arthur, que representa el lugar en el que años después acabaría su vida? Es sobrecogedora la entereza que muestran unos padres, heridos sin consuelo, en su exposición. Son conscientes de que el dolor no se marchará, pero deben dejarlo atrás −como bien explican−, solo deben de tener cuidado.
A su vez el disco, que lleva por título ‘Skeleton Tree’, se graba entre todo el maremágnum cinematográfico. De nuevo, ese lado humano de Cave se aprecia para con su mujer, colaboradores y amigos. Cave habla de sus dos matrimonios y resulta tan honesto que enternece. La figura de su mujer no deja de ser apasionante en lo que hace, en lo que es y en lo que espera que sean. En el lado creativo, merece una mención especial Warren Ellis, del que dice que no sabría que sería su vida sin él. Como es natural, se aprecia esa complicidad existente entre ambos. Las piezas que conforman el disco son hipnóticas y la filmación de ese proceso humaniza cada tema. ¿Cómo será Cave tras este disco?
El único ligero inconveniente que puede tener el documental es la duración. No es excesiva, pero con 16 minutos menos se hablaría de una obra inconmensurable. Se podrían haber limado ciertas reiteraciones, fundamentalmente en algunos instantes musicales.
‘One More Time with Feeling’ es un trabajo brillante. Un viaje por el dolor, el recuerdo, por aquellos instantes que se evocan mientras se aprecian en instantáneas, la música, las dudas, la familia y lo inconsolable. Un homenaje, un réquiem para alguien que siempre estará.
IVÁN CERDÁN BERMÚDEZ
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