'LA COCINA'. A la estela de 'MasterChef'



CRÍTICA DE TEATRO

'La cocina'
Autor: Arnold Wesker
Versión y dirección: Sergio Peris-Mencheta
Teatro Valle-Inclán (Madrid)

El montaje ya rodado, la crítica cautivada, el billetaje agotado hace semanas y con el dato del presupuesto superior a 400.000 euros metido en el subconsciente. Es tarea ardua substraerse al contexto a la hora de enjuiciar ‘La cocina’. Venía ya con estatus de espectáculo estelar de la temporada teatral, que después ha sido confirmado. Al acceder al teatro, tanto por la disposición del espacio como por despliegue de medios, se tiene la sensación de estar ante algo importante, impresión en todo caso personal y que no se debe obviar. 

Valga esta introducción como necesario complemento ante un pequeño análisis de la obra producida por el Centro Dramático Nacional. Escenario único reflejado hasta el más ínfimo detalle, veintiséis actores en escena y un texto guerrillero del dramaturgo alemán Arnold Wesker. Lo que viene a continuación, una vez empieza a calentar el gas, son dos horas y media de altibajos, contrastes y voyeurismo descarado. Hay un trajín inicial en el que es casi imposible desde la distancia apreciar y distinguir personajes y nacionalidades (hecho determinante). Se viene encima una larga presentación de personajes, la mayoría sin demasiado grosor dramatúrgico. Toda esta primera fase culmina en una catarsis de casi diez minutos con la cocina carburando a pleno pulmón. Es una coreografía aparatosa y subyugante, eso sí, perfectamente ejecutada. Con un corte de luz se da paso a un segundo tramo, más reposado y en el que se desarrolla ya más el espesor temático del texto original, apenas retocado según se lee por Sergio Peris-Mencheta, director del espectáculo. 

Ese perfil irregular tanto a nivel argumental como de ritmo alcanza al reparto. Hay veintiséis actores pero de algunos apenas hay noticia. Otros se pierden en acentos inclasificables. Es extraño que algunos intérpretes lo hayan trabajado tanto y otros recurran a una prosodia que para cualquiera con un mínimo de conocimiento lingüístico solo producirá desconcierto. De antemano ya era un desafío, puesto que en escena hay personajes de hasta ocho nacionalidades. Y ese detalle determinante, puesto que el texto juega y mucho con el lugar y época en la que está situado, Londres de 1953, no se ha cuidado como debiera. 

La cocina funciona por otra parte como un trasunto de lo que acontece en la calle. “Una trinchera de la vida”, la definen. Se reproducen conversaciones banales, hay peleas, reproches, competitividad, surgen amores, situaciones nerviosas, tensa calma y tedio. El espectador asiste a todas historias como metiendo el ojo en la cerradura sin que se logre profundizar demasiado en ellas y ello impida una conexión completa. El estímulo sensorial se consigue con creces, incluyendo los magníficos números musicales, que no son cargantes y encajan bien. ‘La cocina’ apenas deja de emitir energía ni en sus momentos de reposo y se nota el esfuerzo puesto en ello. Tiene así mucho de televisivo el espectáculo, bebiendo en su imaginería de fuentes de tanta difusión en la actualidad como MasterChef y similares y al mismo tiempo de un clásico como Gran Hermano. 

De la mano de estas referencias viene el vacío que deja la obra debido al escaso poso que deja su toque sociopolítico, que apenas se vislumbra entre soeces insultos entre personas de diferentes razas y nacionalidades derivados de la tensión inherente a ese periodo de la historia europea. La vertiente gremial no sabe hacerse con su parcela y suena a discurso aprehendido, demasiado manido. Solo se perciben destellos de humanismo a través del monólogo del repostero Paul, interpretado por Javivi Gil Valle. La resolución incluso se aleja de la temática laboral para centrarse en una subtrama emocional. Por ese lado, en definitiva, vacío para tanto ruido, nada que pueda justificar la que puede ser una desproporcionada apuesta de un teatro público en épocas de escasez. Porque las quejas suenan más fuerte fuera que dentro de ese escenario planteado por el CDN con esta cocina. Solo hay que salir y escucharlas. 

RAFAEL GONZÁLEZ

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