‘CAPULLO QUIERO UN HIJO TUYO'. La vida, ellas y ellos o no.



 

CRÍTICA DE TEATRO                                                             

'Capullo quiero un hijo tuyo'

Autor y dirección: Javier Durán.
Sala Azarte (Madrid).

La pluma de Javier Durán siempre es mordaz. Se maneja con soltura en esa barrera que une el humor con la rutina. Lo tratado en ‘Capullo…’ posee un llamativo doble rasero. Por un lado, los dos amigos, Lucas y su lugarteniente, que casi es un Sancho Panza contemporáneo, encorsetados en el síndrome de Peter Pan, con su recorrido vital de mujeres, bebida y anhelos. Por otro, la parte más ‘racional’ -en principio- que es la pareja formada por Mamen y Diana. Tan racional como que quieren tener un hijo a costa de alguien guapo.  Para ello, no tienen reparo en acudir a una discoteca y allí buscar al galán en cuestión. Las escenas en sus transiciones avanzan y lo que un principio podría ser algo que se quedase en cierto estereotipo -muy buscado- comienza a recrudecerse cuando ya los sentimientos, los celos, el enchochamiento, la traición, la decepción y la esperanza se intercalan de un modo fresco. 

En ese instante la función se adentra en esa hipérbole emocional en el que los encuentros, los desencuentros y los engaños se abrazan en busca de un fin común. El humor es el arma que se emplea para que todo tenga cabida, pero Durán no se olvida de que escribe sobre personas y huye de caer en lo sencillo. La palabra es la que gana por goleada. No son necesarios muchos de los elementos escenográficos que en ocasiones parecen dictar la posición de los actores. El texto es lo suficientemente claro para no necesitar de mucho más. Los interludios musicales siempre están perfectamente introducidos y consiguen que las elipsis sean consecuentes en su propuesta.

El reparto se maneja con soltura. Todos en una misma dirección con sus roles debidamente marcados y defendidos. El personaje interpretado por Ana Marrufo es el que más aspectos íntimos llega a ofrecer y la actriz imprime un plus en esos vericuetos emocionales con los que dota a cada una de las acciones sin caer en la trampa evidente.  Las acciones son ágiles y buscan ese fin común que es el hacer algo divertido de todo aquello que puede parecer desolador. 

‘Capullo quiero un hijo tuyo’ divierte y se asiste a esa evolución por la que transitan los personajes en ese camino tan ondulante que es la vida y sus circunstancias.

IVÁN CERDÁN BERMÚDEZ

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