'EL CAIRO CONFIDENCIAL'. Una ciudad, una sociedad



CRÍTICA DE CINE

'El Cairo confidencial' (Tarik Saleh. Suecia, 2017. 106 minutos)

Llega uno tarde a ‘El Cairo confidencial’, cuando ya se ha levantado el velo del anonimato sobre este fiel y sugerente modelo de cine negro. “Bienvenidos a la realidad”, da ganas de gritar una vez terminada la proyección ante la estupefacción del espectador ante lo sucedido en pantalla. Además de funcionar como revelación de un sistema de corrupción anacrónica, ‘El Cairo confidencial’ deja exhausto tras su visionado. Condensa en sus sudorosas casi dos horas el mal que germina en los estamentos sociales y sociales de un país. El Cairo funciona así más que como metáfora de un país, como la de una sociedad global en la que no hay fronteras ni banderas. “Quién no ha visto El Cairo no ha conocido el mundo”, se podía leer en ‘Las mil y unas noches’. En la película de Tarik Saleh esta sentencia impregna el ambiente. 

Lo peor del ser humano aflora en  este largometraje. Apenas hay espacio para algo de humanidad, poco hay que salvar de esta hoguera de avaricia, mezquindad y egoísmo en la que sobreviven los personajes. Supone casi una experiencia física adentrarse en este lodazal, y no vale aquí ningún juego de palabras. 'El Cairo confidencial’ es tráfico infernal, contaminación insufrible, degradación y pobreza. Pero también vitalidad desatada y emoción extrema. Aunque no haya sido rodada en El Cairo por temas de permisos, la ciudad está más que presente y en cualquier momento pareciera que pudiera aparecer Naguib Mahfuz en alguno de sus cafés. Parece en este sentido una novela rodada de Yasmina Khadra, cambiando Argel por la capital egipcia, siempre el escritor tan pendiente de la recreación atmosférica para dar mayor calibre a sus historias policíacas. No faltan tampoco sus grises funcionarios, los jefes apalancados en sus butacones, la femme fatale, los pérfidos constructores y los políticos sin escrúpulos, que en esta ocasión se nombran y no tienen rostro. 

De fondo se intuye el hastío del ciudadano ante tanta vileza, los rayos de humanidad de los que se hablaba. Ahí es precisamente donde llega lo más brillante de esta producción, esa capacidad de ensamblar un hecho concreto dentro de un momento histórico decisivo, la Primavera Árabe de 2011 que acabó con el mandato del coronel Mubarak. Corona el ambicioso puzle, a veces perdido en su complejidad, diseñado por Saleh, que no se olvida siquiera del más bajo de los estratos, el de los inmigrantes procedentes del sur. 

‘El Cairo confidencial’ discurre con vértigo pese a la lentitud con la que parece avanzar la investigación. Es como un videojuego, con su protagonista cambiando escenarios como el que pasa pantallas. Se va de la mano del inspector Noureddine, antihéroe de manual. Tanto en apariencia física como método interpretativo, el trabajo de Fares Fares remite a otra época, la del galán adicto a la nicotina y derrotado por los demonios más insistentes, con una única vía de redención hacia el castigo eterno al que le condena su psique. Todo en su trabajo lleva al respeto de los códigos genéricos del cine negro, como en el resto de facetas de las que hace gala la producción. Es modélico incluso en lo más complicado, el desenlace, que funciona tanto a nivel argumental como simbólico, dejando a esta película como uno de los trabajos más interesantes de lo que se lleva de 2018. 

RAFAEL GONZÁLEZ

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