'THE RITUAL'. Amigotes de excursión



CRÍTICA DE CINE

'The Ritual' (David Bruckner. Reino Unido, 2017. 94 minutos)

Cine varonil aunque poco testosterónico, ‘The Ritual’ se aferra para sobreponerse a lo convencional a los no tan férreos pilares que sustentan la amistad entre hombres surgida en la infancia, mantenida en la época universitaria y ya metida en la madurez. Para introducir algo de picante a un asunto un tanto trillado se le ha incorporado un elemento sobrenatural en un intento desesperado de ahuyentar del tedio a este liviano largometraje apadrinado por Netflix, otro más, y surgido de un best seller de Adam Nevill (advertencia: no leer la sinopsis de la novela a riesgo de destripar el filme). Lo cierto es que le falta mordiente a ‘The Ritual’, sin pegada ni definición, conformándose con ser un producto con profundo aroma a encargo y que se sitúa entre las líneas del drama introspectivo, el terror y el fantástico. Revisando por zonas, en la que mejor podría manejarse es en la de la relación que se establece entre sus protagonistas y el viaje como catarsis, curiosamente la menos explotada desde el guion. Entre ellos hay mucho subtexto a reconstruir por el espectador, la explicación a las rencillas del pasado e incompatibilidades varias que tratan de esconder el alcohol, las conversaciones intrascendentes y las bromas pesadas tan típicas entre colegas de toda la vida.

Los protagonistas de ‘The Ritual’ son cuatro treintañeros trasplantados a un entorno que desconocen, la densidad de un bosque sueco. Como en tantas producciones mochileras de fines trágicos, la Europa continental funciona como sentencia del ciudadano anglosajón o estadounidense. El impactante prólogo ya muestra las fisuras que se irán ensanchando durante el periplo, mostrando la debilidad de esa camaradería varonil teóricamente a prueba de todo. Un montaje demasiado estático y unos prolegómenos extensos y que poco aportan van cediendo espacio a otro tipo de película, más oscura y extraña. La irrupción de lo desconocido se hace de rogar y cuando llega trastoca los cimientos de la amistad. Donde había risas cerveceras aparecen los reproches, casi sin estación intermedia, todo con un aire muy Stephen King (‘El cazador de sueños’ opera como referencia). La historia se olvida de los secundarios, se fija casi en exclusiva en uno de los expedicionarios y se introduce en senderos que sonarán al espectador de títulos recientes de terror como ‘Hereditary’ o ‘La bruja’. Por ahí parecen que van los nuevos tiros en el asunto del cine de terror que conecta con platea sin renunciar a un toque artístico. 

Para entonces, la atención al desnudo psicológico de los protagonistas ya se ha disipado y habrá que predisponerse a afrontar otro tipo de (sub)producto. Y ya lo que pase, por mucho efecto especial que tercie, no importará demasiado, porque realmente no ha habido manera anteriormente de conectar con ninguno de los personajes.

RAFAEL GONZÁLEZ

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