El verano permite jugar con
dualidades y arreglar pactos con asignaturas pendientes. La literatura y el
cine son aliados en la época estival y se complementan sin recelo ni
oportunismo. En esta entrega repasamos algunas de las películas vistas y libros
leídos.
‘El gorrión rojo’ de Francis Lawrence.
Pese a sus guiños demasiado
patriotas es una película magníficamente dirigida. Con la sombra, continuamente
presente, de la guerra fría y de los malvados que son los rusos, la trama tiene
instantes muy buenos y trabajados. Un cine de calidad de espías, bien escrito,
es siempre un motivo de júbilo y más cuando las tramas se vienen trabajando
demasiado poco. En esta ocasión, lo que plantea se va adhiriendo a esa deriva
personal y aunque se ofrezcan salvavidas para así captar al gran público, la
historia ofrece no pocos momentos turbadores en los que las alianzas, las
traiciones, el deseo y algo de sentimentalismo se alían en busca de una
historia que por momentos llega a ser altamente consistente -Le carré está muy
presente-. El espionaje, las heridas, el baile, el anhelo de triunfo y cierto
erotismo tenue pero contundente, trabajan en beneficio de una actriz como
Jenifer Lawrence, que sabe esconder sus emociones y realizar un trabajo
mesurado y muy convincente. El tándem que forman Francis Lawrence con su actriz
protagonista ofrece calidad. Los chantajes, la familia, la humillación, la
traición y todo con altas dosis de buen cine pese a las coincidencias
“sencillas”.
‘Jurassic World: El reino
caído’ de J.A. Bayona.
El director español realiza su
mejor película y la más destacada secuela de esta saga infinita. Bayona con una
dirección marcada por el movimiento consigue imprimir un ritmo frenético a la
encrucijada de dinosaurios fuera de su enclave. Los descuidos de guión pueden
entenderse como pactos de ficción demasiado forzados, pero no es el objeto de
la película. Las interpretaciones son buenas y los efectos especiales acompañan
ese vaivén de carreras, clones, dientes, trampas y mucho dinero.
‘Megalodon’ de Jon
Turteltaub.
Las desventuras de este escualo
prehistórico son divertidas y más con un Jason Staham que deja los puñetazos
por convertirse en ese salvador amigo de los niños que lleva una carga del
pasado. Los guiños al tiburón de Spielberg son graciosos y la película está
bien realizada pero no deja de ser un producto para conseguir una taquilla de
escándalo. La película podría haber dado más si la historia no se hubiese
quedado en lo demasiado convencional. ¿Se unirán las sagas de Jurassic World y
Megalodones?
‘Misión imposible: Fallout’
de Christopher McQuarrie.
Es evidente que la sintonía entre
McQuarrie y Cruise funciona. Esta entrega se convierte junto a la tercera parte
la más destacada de la saga. La dirección es extraordinaria y en consonancia
con un montaje preciso consiguen imprimir grandes dosis de acción y ritmo
perfectamente ejecutados. El guión funciona con todos sus giros, engaños y
vueltas de tuerca. Lo que no termina de eclosionar es el villano en cuestión.
Desde el fallecido Philip Seymour Hoffman no ha habido ningún antagonista que
esté a la altura. La dirección de fotografía es fantástica y consigue jugar con
todos los matices que ofrece una historia de semejantes características.
‘The equalizer 2’ de
Antoine Fuqua.
El binomio que conforman Fuqua y
Denzel Washington tuvo su mejor resultado en ‘Training Day’ (2001). Se nota ese
entendimiento en pantalla. Esta segunda entrega de ese justiciero con alma de
buen samaritano es muy inferior a la primera. Si en aquella se mostraba un
personaje oscuro y con un dolor inconsolable en esta todo cambia. Los malos son
tan previsibles que no existe el efecto sorpresa. Las escenas de acción están
bien coreografiadas, pero se nota que el libreto ha sido descuidado. Eso sí, se
ve bien sin que resulte larga.
‘Mentes poderosas’ de
Jenifer Yuh.
Producto para adolescentes que
parte de una premisa interesante pero que poco a poco se pierde en lugares
comunes. Distopía en la que se aprecia el origen sin explicaciones superfluas.
Su duración es innecesaria porque no aporta elementos nuevos. Se podría
establecer -con mucha distancia, eso sí- alguna conexión con ‘El pueblo de los
malditos’ (1995) aunque sin la eficacia de ésta. Palomitas y algunos instantes
correctos.
‘Casi 40’ de David Trueba.
Floja secuela de ‘La buena vida’
(1996) en la que Trueba no consigue establecer las bases de un texto con
fuerza. Tal y cómo sucediese con su última novela ‘Tierra de campos’ (2017), la
historia se queda varada en medio de ninguna parte. Ella casada con un
futbolista, él soñador… todo parte de un lirismo sin calado. Se añora al Trueba
de ‘Madrid 1987’ o de ‘Blitz’.
‘Happy End’ de Michael
Haneke.
Extraordinaria película. Es un
gancho con muy mala leche que tira a la lona al contricante. Una crítica feroz
que emplea la sorna con mucha inteligencia. Haneke realiza una fotografía de la
actualidad, no se esconde y vuelve a marcar un camino con sus decisiones.
Brillante.
‘Taurus’ de Aleksandr
Sokurov.
Radiografía de los últimos días
de vida de Lenin. La manipulación, Stalin, la enfermedad, el anhelo de muerte y
el amor al pueblo. Hay asfixia, desilusión, poder, traición y la idea de una
muerte en consecuencia. Película enorme con una dirección soberbia.
LIBROS
‘Aquellos días que no
olvidaré’ de Santiago H. Amigorena.
Texto que comienza de un modo
demoledor. No hay ningún atisbo de esperanza. El rehén es el dolor que lleva
consigue el personaje protagonista, que huye para encontrarse por aquellos
lugares en los que la seducción de la amante perdida y el amor parecían algo
sin fin. El planteamiento de Amigorena es íntegro en toda la primera parte del
libro. A medida que avanzan sus páginas la redundancia se vuelve su peor aliado
y el mensaje que quiere transmitir no tiene la potencia que se enunciaba. Sus
múltiples referencias literarias ayudan a comprender ese viaje emocional. Las
‘Cartas a Lou’ de Apollinaire le sirven al autor para dotar de mayor
consistencia lo expuesto. El cine, los celos, la escritura, el tren, las
calles, el eco y la perdida. Buen texto, pero no termina de despuntar por todas
aquellas trabas que el autor se impone para no avanzar.
‘Canción dulce’ de Leila
Slimani.
Novela redactada con solvencia y
talento. La temática, en deuda con la extraordinaria ‘No mamá, no’ de Verity
Bargate, no alcanza la resolución de ésta. Su demoledor inicio va en su contra
debido a que lo narrado llega a ser reiterativo y más cuando se conoce el
trágico desenlace. Las trampas que establece Slimani no están todas bien
perpetradas y eso desvanece cierto potencial. Los personajes están
perfectamente descritos pero la trama no es igual de resolutiva. La publicidad
es determinante para el reconocimiento del libro, pero en este caso su fama es
demasiado desmedida.
‘El asco’ de Horacio Pérez
Castellano.
Novela provocativa que no alcanza
lo propuesto. El homenaje a Thomas Bernhard es una excusa para que el título
resultase más evocador. La crítica demoledora a El Salvador es extensible a
otros países. Hay cierto desgarro, pero no llega a tener un impacto real.
Posiblemente en la fecha de su primera edición, este descarnado monólogo debió
ser demoledor. Su reedición deja claro que el tiempo no ha conseguido que el
texto envejezca con la misma frescura.
‘La cara de la desgracia’
de Juan Carlos Onetti.
Excelente propuesta de Onetti. La
historia que busca salir de la cotidianidad es un ejemplo de narración potente.
El lenguaje que se emplea es evocador y a la par amargo. Nunca hay esperanza en
una historia demoledora con consecuencias aterradoras. La muerte, el deseo, la
culpa y el asco por uno mismo conforman la base de una catástrofe perfectamente
estructurada. Otra gran novela del escritor uruguayo.
‘Los favores’ de Manuel
Guedán.
Esta historia de fracasos
envueltos en pijeríos y caprichos es muy desigual. El estilo de Guedán es
efectivo pero el argumento deja de poseer una fuerza que podía intuirse. Novela
divida en dos partes en las que no termina de arrancar ninguna. Texto demasiado
largo para lo que narra. Algo más de contención hubiese conseguido un mayor
efecto.
‘El cuaderno tachado’ de
Nicolás Giacobone.
Extraordinario debut del
guionista de películas como Birdman (2014). La vida de un guionista secuestrado
por un afamado director -en ocasiones posible trasunto de Iñarritu- da origen a
una serie de reflexiones sobre la escritura, el cine, el fracaso y la expectativa.
Las diatribas contra Borges o a favor de Beckett o Peter Shaffer dan
consistencia a una novela que funciona como un arrebato preciso y en ocasiones
descorazonador. El estilo directo que establece el narrador es encomiable. La
parte final baja en intensidad, pero no hay duda de que se trata de un texto
excepcional a todas luces.
IVÁN CERDÁN BERMÚDEZ
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