'NUESTRAS RIQUEZAS'. Una librería ante todo




CRÍTICA LITERARIA

'Nuestras riquezas'
Autora: Kaouther Adimi
Editorial: Libros del Asteroide
Año: 2018
Páginas: 192



Vibra Argelia en la escritura de Kaouther Adimi, autora nacida en su capital aunque establecida desde hace algunos años en Francia. Su escritura aparece férreamente ligada a su país natal, como ya demostrara en ‘El reverso de los demás’ (Xordica) y redoble ahora con ‘Nuestras riquezas’ (Libros del Asteroide). Desde la emigración esta joven autora  (1986) está reelaborando con estilo propio vivencias e historia de lo que dejó atrás en lo físico, nunca en lo afectivo. En su nueva obra se percibe la nostalgia que le produce recordar Argel, ciudad de los cinco sentidos, lugar en lo que lo insospechado es rutina. Es el escenario casi principal de lo que realmente no es más que una potente muestra del profundo respeto y amor de la autora por sus raíces y por los libros. 

‘Nuestra riqueza’ se maneja en dos planos temporales, esa Argel de mediados de siglo XX en la que se intuía el enfrentamiento y bullía la cultura (Albert Camus se pasea en varios ocasiones por estas páginas), y la actual, más apagada y con la resaca del prolongado dolor que le causó la llamada Década Negra. No esconde Adimi ese tono melancólico que bordea la mitificación del pasado de los pioneros. Vertebra cada una de las dos épocas a través de personajes opuestos que son toda una declaración de intenciones. Por un lado, Edmond Charlot, entusiasta propietario de la librería ‘Les vraies richesses’ (todavía hoy abierta), editor con dudas, al borde del fracaso tantas veces, poeta sin poemas publicados y siempre batallador. En contraposición y ya en el presente aparece Ryad, universitario argelino afincado en París que regresa a su ciudad de origen para cumplir, apático, con un encargo que le conectará con la otra parte de la historia. 

De ese contraste sale el desequilibrio que quiebra en parte el potencial de esta novela. El cariño con el que se trata al librero se va reflejando en la ganancia exponencial de protagonismo de su trama en perjuicio de la otra. Adimi exprime el recurso del diario para exponer los sentimientos y vivencias de este personaje y no se conforma con ello, sino que aprovecha para realizar, subrayando en ocasiones en exceso, una cronología de la historia de Argelia en la segunda parte del siglo XX. Coge densidad así una obra que se antojaba más íntima y bordea la pérdida de interés por unos personajes tan bien presentados y que van encogiendo con el discurrir de las páginas. 

Defectos aparte, Adimi muestra buen manejo de ritmo y recursos para hacer congeniar realidad y ficción, sabe de lo que escribe y la lectura aporta un componente didáctico nada desdeñable. Pero en el fondo le puede esa necesidad de homenajear a un país, a una ciudad y a una profesión que han sido y son castigadas en exceso por diferentes avatares, y la autora quiere que su escritura deje constancia, nunca desde el amargor –eso le diferencia de otro gran autor argelino, Yasmina Khadra-, de tales circunstancias. 

RAFAEL GONZÁLEZ

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