'INTRUSA'. Ceguera con eco


CRÍTICA DE TEATRO

'IntrusA'
Autor: Maurice Maeterlinck
Versión: Begoña del Castillo
Teatro Lagrada (Madrid)

Adaptar una obra de Maeterlinck ya es una osadía nada despreciable y más si se atiende al concepto de teatro espectáculo que parece primar en las carteleras. Puestos a ser valientes, Begoña del Castillo lo ha hecho por partida doble. Por un lado, bucear en el simbolismo con un texto que se centra en una premonición que va angustiando. Nada se ve, todo se escucha o se cree escuchar. Por otro, existe una invitación a que el espectáculo  disfrute en condición de invidente por un antifaz que facilitan en la entrada de la sala. Este hecho es un acierto y el verdadero goce reside en crear una doble propuesta que permita adentrarse más en lo que pudo pretender el propio Maeterlinck. El aspecto sonoro es alentador porque guía, angustia y enmudece. ¿Qué está sucediendo? ¿Por qué? Esa familia en un salón en el que apenas se ve pero todo se escucha. Las licencias de del Castillo en la adaptación están bien defendidas. Los cuatro personajes van coexistiendo en ese devenir trágico que no todos intuyen. En la propuesta es la abuela quien sufre, intuye y escucha. La puerta por la que se adentra la intrusa, el miedo y la nada que está por llegar. Los personajes masculinos están más diluidos, parecen ajenos a lo que sucede y eso les enfurece, de ahí que la reacción final tenga más impacto ¿quiénes no ven en reealidad?  En una obra en la que el estatismo original es lo que prima, necesita que el mencionado simbolismo y la intuición estén presentes en todo lo que acompaña la acción. El sonido de la noche, la puerta, el respirar, la luz que agoniza como una vida que no anhela el llanto que tiene que llegar. Todo está ensamblado con precisión. No es necesario ver porque todo se escucha con una nitidez que ahoga. 

La segunda parte del espectáculo, 'CiegOs', posee el mayor impacto en lo que se escucha. Los actores a ciegas gritan por la situación que les ha tocado padecer. En esta propuesta cobra aún más relevancia la  recomendación de no ver lo que sucede. Genera una mayor presión para el espectador. El efecto no es igual si se ven las acciones porque el misterio se vuelve cristalino. Se hubiese agradecido algo más de coherencia textual en lo que es la combinación de las partes pero no deja de ser un punto de arranque sugerente. Es necesario un teatro en el que no se condicione al espectador recurriendo a escenografías impactantes. El sonido y la imaginación son dos armas que consiguen que  la dirección destaque por un marcado dominio del lenguaje simbólico. 

IVÁN CERDÁN BERMÚDEZ

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