'FORBIDDEN GAMES: THE JUSTIN FASHANU STORY'. Fútbol, qué importa



CRÍTICA DE CINE

'Forbidden games: The Justin Fashanu story' (Jon Carey, Adam Darke. Reino Unido, 2017. 80 minutos)

En la larga lista de documentales sobre deporte predominan las historias de superación, las que deslumbran con el camino a un trofeo o aquellas que glorifican al personaje de turno. No hay demasiados que pongan el asterisco y se sumerjan en una narrativa en sentido contrario. El deporte se vende como superación, éxito, progresión al alza y derribo de obstáculos hasta tocar cimas insospechadas. Entre ese colectivo de productos un tanto narcotizantes y de esquemas prefijados a veces se cuelan otro tipo de relatos, de mayor complejidad y de consecuencias y conclusiones ajenas a ese optimismo un tanto naif que se suele proponer en este tipo de prácticas cinematográficas. ‘Juegos prohibidos. La historia de Justin Fashanu’, estrenado en 2017 en el Reino Unido, pertenece a esta categoría. Estamos ante una documental que demuele cimientos y que deja roto tras su visionado. De lo que sucedió con este futbolista inglés en la década de los 80 y 90 apenas nos ha llegado nada más que unas cuantas líneas. El retrato complejo que Jon Carey y Adam Darke hacen de Fashanu aporta el subtexto y la profundidad necesaria para tratar de comprender lo que quizá nunca se llegue a saber con total certeza. 

Todo le llegó demasiado pronto y mal a Fashanu. Rechazado por sus padres, creció en un ambiente de blancos en el que él y su hermano eran los únicos negros. Son muy reveladores los insertos de determinados políticos británicos de la época, con Thatcher a la cabeza, que dibujan el clima de crispación que había en aquellos años acerca de cuestiones como la integración, la multiculturalidad o conceptos que casi no estaban en boca de nadie pero que estaban normalizados como el racismo. Más adelante, fue el primer futbolista de alto nivel y todavía en activo en hacer pública su homosexualidad. La noticia causó una detonación en un entorno que no estaba preparado para asumir la revelación. En el momento más duro del documental, se detalla cómo hasta su único hermano, que había conseguido labrarse una carrera futbolística de buen nivel como jugador físico y rudo en el Wimbledon, llegó a ofrecerle dinero para que no hiciese pública la noticia. Pero Justin lo tenía claro, quería quitarse la máscara que tanto daño, según se extrae de declaraciones del entorno, le estaba haciendo. Ya nunca recuperó la relación con su hermano ni tampoco el control de su vida. Desde ese instante la carrera de Fashanu, que tocó techo en el Nottingham de un Clough, que le puso la cruz en cuanto surgieron los primeros rumores sobre su frenética vida nocturna, cayó en picado. El documental equilibra bien responsabilidades y culpabilidad y muestra que muchas de las decisiones que adoptó tampoco fueron las correctas, en especial en su relación con los tabloides británicos. Tampoco hace sangre en sus últimos tiempos, cuando ya se presagiaba la tragedia, envueltos en escándalos, denuncias y temas más escabrosos. Fashanu apareció ahorcado en un garaje londinense en 1998, tenía 37 años de edad. 

Lo que queda es la demolición de una persona que incluso sus allegados cuentan que nadie pudo llegar a saber cómo era realmente. Se topó con el rechazo desde la infancia, los problemas de integración, racismo, la homofobia del fútbol y de la sociedad de la época y lo peor, el rechazo de aquel que pensó que nunca le fallaría. El derrumbe del hermano en mitad de la entrevista de los directores al recordarle aquello estremece. La historia de Fashanu es la de un fracaso que llegó desde diferentes ámbitos y que sin aleccionar deja multitud de interrogantes sobre si la situación actual sobre todo este conjunto de aspectos sociales ha mejorado o sigue en las mismas o similares ciénagas que en la de la época que le tocó sufrir a JustinFashanu.

RAFAEL GONZÁLEZ 

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