'HISTORIAS DE MIEDO PARA CONTAR EN LA OSCURIDAD'. Cuentos de rutina


CRÍTICA DE CINE

'Historias de miedo para contar en la oscuridad' (Andre Øvredal. Estados Unidos, 2019. 111 minutos)

Casi una década hace ya de la irrupción de ‘Troll Hunter’. Con guion y dirección de un desconocido noruego, Andre Øvredal, cautivó en Sitges y quedó adherida en la retina del aficionado al fantástico-mitológico con trazos de survival. Aquella idea original de Øvredal traspasó el fluido unidireccional que en forma de ‘nordic noir’ suele llegar de Noruega. Llamó la atención el cineasta, que enseguida fue reclutado para producciones norteamericanas y puso el listó bastante elevado en su debut, ya con guion ajeno, con ‘La autopsia de Jane Doe’, con una primera hora de arrebatador suspense en el que daba buena muestra de su pericia en la puesta en escena, aunque el desenlace acumulase demasiado desenfreno. Guillermo del Toro se interesó en Øvredal, quien ya despojado de su aura creador en su recorrido estadounidense, es ahora responsable de lo que todo apunta a franquicia, un producto sin duda de etiquetado menor como ‘Historias de miedo para contar en la oscuridad’. Valga todo este recorrido por la todavía breve filmografía del director noruego como ejemplo que valida la ruta de aquellos cineastas que de mercados menores terminan en las redes de los circuitos más convencionales. 

Aparecen hasta doce manos firmando la escritura de la película, cuya acumulación de pequeñas set pieces salen de un libro de Alvin Schwartz. La disparidad de visiones se refleja en pantalla por mucho que el trabajo de Øvredal trate de maquillarlo. Apenas lo hace en alguna esporádica ocasión, ya que aparte de suaves sublecturas políticas que se quieran buscar en los márgenes (el paralelismo buscado entre presidente de Estados Unidos preVietnam con el actual antiinmigración) se trata de un producto aseado, cómodo y un tanto aséptico y sin personalidad definida. El esbozo de los personajes, a la estela de todo el movimiento ‘Stranger Things’ y ‘The Goonies’, no termina de conectar y provoca que la progresiva eliminación a lo ‘Destino final’ de cada uno de ellos no afecte en exceso, es más, exceptuando a la protagonista uno está deseando casi quitárselos de encima. Luce así el conjunto un aspecto de empaquetado industrial y rutinario, y ni siquiera esos monstruos con sello Del Toro logran provocar temblor alguno, con especial decepción para ese espantapájaros sin carisma alguno. 

Si hay un aspecto rescatable de ‘Historias de miedo para contar en la oscuridad’ es cómo sabe moverse en la frágil frontera del terror adolescente y los intereses de un público más adulto, con esos toques que de perfil la rozan, con la inmigración y la descorazonadora política exterior estadounidense como puntas del iceberg crítico. Poco más que la ya mencionada superficialidad blanquecina y ciertos aires a rutina se puede encontrar en la película, con la que Øvredal avanzará en reputación en la industria y retrocederá en la imagen que todavía algunos custodian de aquella desquiciadamente entretenida ‘Troll Hunter’. 

RAFAEL GONZÁLEZ

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