'MAMMON'. Guaisada inmediata y vacua



CRÍTICA DE TEATRO

'Mammon'
Autoría y dirección: Nao Albet y Marcel Borràs
Teatros del Canal

Desde que recibiesen el premio de la crítica en Barcelona en el año 2015, Nao Albet y Marcel Borràs no han parado de tener éxito con esta obra. Se repone esta temporada y sigue recibiendo vítores. El buscar una explicación es algo que no merece la pena. La propuesta no tiene ningún calado. Partimos de modas y la de que los actores se presenten con su nombre real comienza a despertar una peste que ya hace desconectar. Peor aún es jugar a hacer creer que la obra no se va a representar. Venga con el juego. Imágenes y los actores leyendo el diario de Marcel en su viaje a Alepo y de dónde surge la idea de realizar una obra sobre Mannon. Toda la propuesta gira en torno a cómo consiguieron financiar -o no- una obra que no es la que se ve. Simplemente es un juego de casinos, prostitutas, drogas, videos, más partidas, más drogas y más banalidades para intentar conseguir el dinero. Chascarrillos y mucha naturalidad, eso sí, y ese es el acierto de la obra. Su duración, cercana a las dos horas es asumible pese a los lugares comunes que representan una y otra vez.  Jugar a hacer guiños a Tarantino o a Robert Rodríguez termina abrumando por la gran falta de creatividad que ofrece un montaje que se aísla de cualquier compromiso con lo que plantea. Teatro dentro del teatro para hacer teatro… llega a ser agotador. Los personajes caen en sus trampas y transforman la idea de hacer teatro en un laberinto de tiros, cocaína y bailes.

La propuesta escénica no necesita de muchas cosas, pero podría haber necesitado menos si se atiende a la parte final. Todo está construido con ese buenismo que persigue empatizar con el público. Esos dos chavales que aparentemente luchan por poner sobre las tablas un sueño terminan volviéndose lo que siempre han sido: dos niños caprichosos que solo quieren jugar a ser teatreros y que lo consiguen.

Poco trabajo en la dramaturgia, pero interpretaciones naturales. Nada más. Por lo que parece, eso vale.

IVÁN CERDÁN BERMÚDEZ

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