'COMO UNA PERRA EN UN DESCAMPADO'. Brillante






CRÍTICA DE TEATRO


'Como una perra en un descampado'
Autora: Clàudia Cedó
Dirección: Sergi Belbel
Teatro Valle-Inclán (Madrid)


¡Por fin! -Más vale tarde que nunca- Ernesto Caballero apuesta por algo diferente y una dramaturga desconocida y talentosa para la gran mayoría del público de la capital: Clàudia Cedó. ‘Como una perra en un descampado’ es un texto exquisito. La mezcla de drama, tragedia, dolor, risa, sueño, pasado, presente y todo ello con ritmo y sin excederse en nada. Una historia cíclica que comienza y concluye con un drama espinoso, una muerte perinatal. Todo ello, que es una tragedia en sí misma, es tratado con una soltura prodigiosa. Cedó describe el proceso, desde el día que van al hospital hasta el fatídico desenlace. Una sucesión de personajes, que van desde la pareja, a su “conciencia” pasando por sus padres, hermana, enfermeras, matrona, compañera de colegio, enterrador, director teatral, actriz, el hijo no nacido, sus sombras, los sueños y los ruidos…. Y todo con una claridad cristalina. Sergi Belbel ofrece una dirección excelente. Imprime ritmo y jamás confunde en esa sucesión de personas, idas, huidas y llantos. Todo está medido con una precisión milimétrica. Consigue que los actores se muevan con determinación y estos movimientos no son gratuitos. Cada acción tiene su consecuencia. El director confía en el texto y en lo que se trae entre manos.

Los diálogos son muy buenos y la propuesta jamás se regodea en lo sencillo. El ritmo es vertiginoso, pero no abrasivo. ‘Como una perra en un descampado’ retrata el diálogo de Julia consigo misma y con los que la acompañaron, pero también existen escenas del trabajo de su pareja -Pau- en el teatro en el que lleva las luces. Director, actriz y el pasado -siempre el pasado- que vuelve para interrogar sobre posibles errores. El espectáculo ofrece un humor muy bien articulado sin caer en la carcajada vacua, al igual que la crudeza, pero no busca nunca el melodrama. Hay una visión muy optimista sin caer en las soluciones fáciles o en un didactismo positivista vacío.

La escenografía de Max Glaenzel es práctica y coherente. Recrea un descampado con esas ruedas ya en desuso, y demás objetos que se emplean en la recreación de los diferentes espacios por los que transita la vida de esa profesora que en muchos momentos no encuentra respuestas. Ese descampado que huele y en el que se apilan las latas oxidadas avanza hasta transformarse en un lugar que no cuesta tanto estar. Dinamismo en la utilización del material escénico. La escena en el coche con faros incluidos rebosa naturalidad.

El reparto es muy bueno y sale victorioso a algo tan complejo como es el dar vida a tantos roles. Se agradecen las bromas muy bien insertadas por los diferentes personajes que el elenco interpreta y se mentan con chispa. El juego de voces tampoco ofrece dudas y las escenas en ocasiones cabalgan a la vez sin que exista confusión alguna. Nada en la propuesta es artificial. Sergi Belbel ha sabido realizar un montaje de altura que sitúa a Clàudia Cedó como una dramaturga con una prometedora carrera por delante. Buen teatro, muy bueno.

IVÁN CERDÁN BERMÚDEZ

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