'EL TRINCHE. EL MEJOR FUTBOLISTA DEL MUNDO'. El genio del no-gol




CRÍTICA DE TEATRO

'El Trinche. El mejor futbolista del mundo'
Autor: Jorge Eines y José Ramón Fernández
Dirección: Jorge Eines
Teatro del Barrio (Madrid)

El talento, la genialidad, la renuncia a la gloria y una dosis de indolencia hacen la leyenda. Le pasó a Mágico González, a Brindisi, a Gascoigne o a George Best, solo hay que ver el número de visitas de los vídeos en Youtube de aquellos con los que no coincidieron. Cada uno con sus circunstancias, contexto y arrebatos, futbolistas como los señalados forman el núcleo más afamado de un grupo en el que también se alinean otros a los que casi no alumbraron los focos. Era Tomás Felipe Carlovich, apodado El Trinche, uno de esos jugadores en los que la leyenda engulló a la realidad. Su historia, al contrario que las de la mayoría, ha sido de transmisión oral, a la antigua usanza más todavía. No hay vídeos o imágenes que fortalezcan o reduzcan lo expresado con la palabra por los que le pudieron ver en el campo.  La transmisión generacional no ha hecho más que agrandar el aura de otros de esos malditos genios amantes del balón y otros quehaceres y alérgicos a lo demás. En ese sentido se puede ver que el teatro es terreno idóneo para historias como la del Trinche, como un cuento a pie de cama en una noche de sueño difícil. La obra dirigida por Jorge Eines la aborda desde ese perfil, íntimo y recogido, solo exaltada en la retransmisión del célebre no-gol del protagonista, otra de sus audacias para la posteridad.

Para una aceptación más completa del montaje hay que situar el papel del fútbol en Argentina, en el que lo que sucede en el césped solo es una parte del relato y puede llegar a protagonizar sesudas reflexiones filosóficas. Lo corroboran en el trasvase a España los años leyendo y escuchando a Jorge Valdano o Ángel Capa, embajadores del fluido intercambio entre balón y palabra. El texto de Jorge Eines y José Ramón Fernández se nutre de esas características y por él pasan filósofos, literatos, una ligera carga política y otros pasajes sociales. Grandes cuestiones alternan con otras más mundanas y centradas en el individuo, sus orígenes familiares, motivaciones y esa mujer desconocida avivando el tamaño del roto interior. La obra pasa así constantemente de planos más íntimos a otros más teóricos sobre el sentido del fútbol. Alcanza más interés cuando se centra en esa personalidad oculta de la que poco se sabía y menos se sigue sin conocer por mucha obra, reportaje o lectura que le atosigue, mérito de las habilidades escapistas del protagonista. Ahí seguirá residiendo parte de su encanto y la obra no le traiciona, así el espectador se queda sin saber más de esas renuncias a la albiceleste en los inicios de la dictadura de Videla o de esa retirada a destiempo y qué pasó en la prórroga de su vida.

La puesta en escena es sencilla y funciona en el segundo plano en el que la coloca la profundidad del texto. Las transiciones continuas quedan fiadas a la habilidad del actor encargado de dar réplica al Trinche, Lucas Ranzani, en sus diferentes papeles de admirador, periodista o niño. El otro intérprete, Claudio Garofalo no se mueve de su rol y en ese estatismo imponente del Trinche, aparte de la indiferencia que pueda causar el fútbol en determinado público, hay uno de los obstáculos a la hora de dinamizar el montaje. Al final, El Trinche era así y así, guste o no, hay que aceptarlo, parece concluir.

Hay otra cuestión que no sería justo obviar y que refuerza la aparición de un montaje de estas características y de un texto como el firmado por Eines y Fernández y es esa alergia que las artes escénicas tienden a mostrar en su relación con el deporte. Se cuentan por escasas las obras que se pueden ver adscritas a este género en los escenarios teatrales del país, cuando material hay de sobra y no circunscrita exclusivamente a la gloria competitiva o hagiográfica, como sí se acerca la literatura. Obras como ‘El Trinche. El mejor futbolista del mundo’ son una muestra de que con pocos medios el interés existe y se despierta y que no todo gira alrededor de la dichosa pelotita cuando se habla de fútbol, como es el caso.
 
RAFAEL GONZÁLEZ

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